El municipio de Tuzantla, en el oriente de Michoacán, atraviesa una de las peores crisis de violencia del año tras el colapso de una tregua entre el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y La Nueva Familia Michoacana (LNFM). Durante más de 48 horas, la población ha permanecido bajo fuego cruzado, con enfrentamientos armados que han dejado al menos dos personas muertas y comunidades enteras paralizadas por el miedo.
Según reportes de seguridad, la violencia estalló luego de la ruptura de un acuerdo de no agresión entre ambos grupos criminales, que ahora se disputan activamente el control territorial. Los choques más intensos se han concentrado en la comunidad de Los Olivos, donde fueron encontrados los cuerpos de dos hombres acribillados junto a armamento de alto calibre y equipo táctico.
Las autoridades señalan que los ataques fueron liderados por Edwin Rivera Padilla, alias “El Barbas”, operador del CJNG con base en Zitácuaro, y por el grupo de “El Colima”, brazo armado de la LNFM, subordinado a los hermanos Hurtado Olascoaga, conocidos como “El Pez” y “La Fresa”, líderes históricos de ese cártel.
Te puede interesar: Tuzantla, bajo fuego
Habitantes de la zona han descrito la situación como crítica. “Estamos en pánico y en shock porque son más de 24 horas que estamos encerrados sin poder salir, escuchando los enfrentamientos”, relató un residente. Varias familias se encuentran atrapadas en sus viviendas, con acceso limitado a víveres, servicios médicos o agua potable.
Hasta el cierre de esta edición, no se ha reportado intervención oficial significativa por parte del gobierno estatal o federal. La ausencia de autoridad ha generado una sensación generalizada de abandono entre la población, mientras continúan los reportes de disparos, bloqueos y desplazamiento forzado.
La región de Tierra Caliente, donde se localiza Tuzantla, ha sido históricamente un punto estratégico para el trasiego de drogas y operaciones ilícitas. Aunque los grupos criminales han mantenido periodos intermitentes de tregua, la ruptura de acuerdos suele traducirse en estallidos de violencia como el que hoy atraviesa el municipio.
Lo que ocurre en Tuzantla no es nuevo, ni exclusivo. Es el resultado predecible de una lógica territorial donde el control se negocia fuera de lo público y las treguas funcionan como mecanismos provisionales de gobernabilidad. Cuando fallan, no hay vacío, solo una reconfiguración violenta del orden.