En 2024 se cumplirán cuatro años de la mudanza de Monarcas a Mazatlán y las secuelas no solamente siguen siendo emocionales para los aficionados, sino económicas para los comerciantes que dependían de tener una plaza en primera división.
Ese es el caso de Arturo Guzmán, quien fue vendedor de souvenirs deportivos desde los tiempos en el que el Atlético Morelia ascendió al máximo circuito, jugando en el estadio Venustiano Carranza.
Pese a tener más de 40 años en el oficio, ha decidido dejar el negocio que por tanto tiempo le proporcionó ingresos para sostener a su familia, pues argumenta que actualmente las ganancias ya son insuficientes.
“Ya con el equipo en Liga de Expansión no me convino seguir, pues las ventas bajaron demasiado, ya que había ocasiones que no se vendía absolutamente nada y la paciencia se me terminó, por lo que decidí buscar trabajo en otra cosa”.
Por otra parte, considera que el hecho de que no se les permita vender a las afueras de los diferentes accesos con los que cuenta el estadio, ha hecho más complicada la crisis, lo que genera que cada vez sean menos los comerciantes que pueden mantenerse dentro del giro del futbol.
Y para ejemplo de ello, recordó que cuando Monarcas se encontraba en primera división, a través de las diferentes uniones de comerciantes se contabilizaban alrededor de 142 vendedores, pero ahora solamente quedan aproximadamente veinte que se ubican a los alrededores del estadio.
“Había de todo, gente que vendía comida, cervezas, dulces y los que nos dedicábamos a las playeras éramos como 40 %, pero ya de esos espacios no queda casi nadie”.
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Finalmente, reconoce que la única manera en que contemplaría retomar la venta de souvenirs sería teniendo un equipo en primera división, ya que en las condiciones actuales, añade que no existe manera de que sea redituable.
Una forma de terapia
José Ortiz recuerda con nostalgia aquellos años en que al Morelos venía el América, Pumas, Chivas o Cruz Azul: “A veces no nos gustaba porque había violencia, sobre todo con las Águilas, pero eran partidos en los que nos iba muy bien”.
Vendedor de playeras deportivas, llaveros, banderines y fotografías de futbolistas desde el año 2000, José ha sido testigo de la evolución y decadencia del equipo, pero también de los daños colaterales que han recaído en los comerciantes.
“Cuando se llevan a Monarcas mucha afición lloró, pero a nosotros también nos dolió porque las ventas ya no han sido iguales. Cuando estábamos adentro del estadio, las ganancias eran muy buenas y más cuando venían los llamados equipos grandes”.
Incluso, reconoce que en una temporada regular siempre había un promedio de ingresos, ya que no eran pocos los seguidores que se daban cita en el estadio cada quince días.
Con la llegada de la nueva franquicia, a José Ortiz ya no le permitieron vender a las afueras de las taquillas centrales y lo reacomodaron por la zona de Bomberos. En el Apertura 2023, que recientemente terminó para los Canarios, admite que el balance económico fue totalmente negativo.
“Algo que como comerciantes nos perjudica mucho, son los horarios en que programan los partidos, y aunque entiendo que es por cuestión de las televisoras, nos pega mucho porque en un juego en jueves y a las nueve de la noche, no viene gente”.
Al cuestionarle si ha considerado dejar el negocio, José Ortiz reconoce que, en gran medida, se ha mantenido en la venta de playeras porque es una forma de terapia que encontró con el paso de los años y el poder tener en sus manos una camiseta nueva del Atlético Morelia o cualquier otro equipo, se ha convertido en una especie de pasión.