OnlyFans, la plataforma por suscripción asociada al contenido sexual, se ha instalado en el imaginario de adolescentes españoles como una alternativa económica viable y hasta empoderadora, pese a estar legalmente restringida a mayores de 18 años.
Un estudio reciente de la Universidad de Alcalá reveló que jóvenes de entre 12 y 16 años no solo conocen el funcionamiento de la red, sino que también la valoran como una opción atractiva para alcanzar independencia financiera.
El trabajo, liderado por la doctoranda Kristel Anciones-Anguita, incluyó debates grupales con 164 estudiantes de secundaria de entornos urbanos y rurales en Guadalajara, integrados en un programa de educación sexual.
Los investigadores observaron que los adolescentes describieron con precisión el modelo de suscripción, la venta de contenido exclusivo y la relación directa entre ingresos y nivel de explicitud. Para muchos, ganar dinero mediante autopresentación erótica se percibió como una estrategia racional e inteligente.
Las diferencias de género fueron claras. Las chicas hablaron de presiones vinculadas a la imagen corporal, la seguridad y el juicio social, mientras que los chicos se centraron en el potencial financiero y el rol de consumidores.
También emergió una tensión entre agencia y coerción: mientras algunas adolescentes defendieron la creación de contenido como elección personal, otras la compararon con la prostitución y cuestionaron si realmente puede llamarse libertad cuando intervienen la necesidad económica y la presión social.
La influencia de redes sociales como TikTok, Instagram y Twitter resultó determinante, al difundir historias de éxito económico ligado a OnlyFans. Incluso se documentó que varias menores recibieron mensajes directos con invitaciones a unirse, además de imágenes explícitas no solicitadas.
Pese a los riesgos de explotación, robo de contenido o consecuencias psicológicas, muchos adolescentes minimizaron los peligros en favor de la recompensa inmediata.
Los autores del estudio alertaron sobre la normalización de la autopresentación sexual y la falta de reflexión crítica sobre sus efectos a largo plazo. Proponen incorporar a la educación sexual contenidos que aborden el impacto de la cultura hipersexualizada, así como políticas públicas y regulaciones que limiten la promoción de estas plataformas a menores.