Quienes lo han visto en la favela, siempre lo describen de la misma manera: va con bermudas, descalzo y con un vaso de whisky en la mano. También, se hace acompañar de un grupo de amigos que generan la impresión de estar frente a una pandilla.
Es Adriano, aquel futbolista que en su momento se ganó el mote de “Emperador” en Europa, el que, con su imponente físico, abatió sistemas defensivos, ya sea jugando para el Inter de Milán, en la Serie A o con la Selección de Brasil.
Ahora, alejado de las canchas y del glamour que ello conlleva, el exatacante radica en Vila Cruzeiro, un barrio precario que se ubica en la ciudad de São Paulo. Aunque el propio Adriano lo ha definido de mejor manera: “No es el mejor lugar del mundo. Es mi lugar”.
A ocho años de su retiro profesional, el genio incomprendido del futbol ha sorprendido al mundo al publicar una carta tan cruda como literaria. En ella, no esconde nada. A través de casi dos cuartillas, lanza dardos de honestidad.
“¿Sabes lo que es ser una promesa? Yo lo sé. Incluso una promesa incumplida. El mayor desperdicio en el futbol: Yo”. Así es como comienza su relato Adriano, quien admite que ha encontrado en el alcohol una guarida para ahuyentar a la frustración y la soledad.
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Dice que bebe cada dos días y el resto de la semana también. Pero que nadie se confunda, no lo expresa desde la pena o el arrepentimiento, sino desde el encanto de saberse el mejor, desperdiciando frenéticamente su vida.
Sin embargo, aprovecha para enlistar la serie de mitos que han girado en su entorno desde su retirada del deporte: no usa drogas, no está inmerso en el crimen organizado y no acude a discotecas. Si lo quieres conocer, sólo tienes que acercarte al quiosco de Naná.
La carta publicada en The Players’ Tribune es un extracto de lo que será su libro de memorias, el cual muestra el Lado B de su carrera futbolística y que estará a la venta al público en general a la brevedad.
El demoledor adelanto narrativo, también es una invitación a mirar su barrio desde otro enfoque. Ante los cuestionamientos y hasta reproches del porqué desechar los lujos y excentricidades a los que acceden los futbolistas, Adriano trata de explicar una filosofía más simple de vida, en la que el dinero tiene poco valor.
En Vila Cruzeiro, asegura, ha encontrado la paz, el respeto, la comunidad, la amistad, una esencia, un espacio, su pasado y una historia propia. La favela le ha dado todo lo que el mundo del futbol no pudo.