De acuerdo con el Estudio sobre Envejecimiento y Demencia en México, la prevalencia del Alzheimer en la población mexicana se sitúa en 7.8 %.
No obstante, las cifras oficiales de la Secretaría de Salud revelan que apenas se contabilizan alrededor de 1.3 millones de personas que viven con esa enfermedad crónico-degenerativa, la cual tiene un impacto desproporcionado en las mujeres.
El Alzheimer es un trastorno cerebral que se caracteriza por cambios en la estructura del cerebro, específicamente debido a la acumulación de la proteína beta amiloide en el lóbulo temporal.
Esa proteína tóxica provoca inflamación y la muerte progresiva de neuronas, desencadenando una serie de síntomas debilitantes. Entre ellos, la pérdida de memoria, dificultades con el lenguaje, alteraciones del pensamiento abstracto y desorientación en tiempo y espacio, así como cambios notables en el comportamiento y la personalidad.
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El Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) destaca que uno de los principales factores de riesgo para desarrollar Alzheimer es la edad avanzada. Se estima que la incidencia de la enfermedad aumenta 0.7 % cada año después de los 60 años y alcanza 9 % después de los 80.
Asimismo, el tener familiares de primer grado con Alzheimer incrementa hasta cuatro veces el riesgo de desarrollar la enfermedad en comparación con quienes no tienen antecedentes directos.
Además de la edad y la genética, existen otros factores de riesgo modificables que pueden contribuir a la aparición del Alzheimer, como la depresión, la inactividad física, la hipertensión en adultos jóvenes, la obesidad, el tabaquismo, el bajo nivel educativo y la diabetes.