Apatzingán se encamina a cerrar 2025 como uno de los años más violentos de su historia reciente. Con casi 200 homicidios dolosos registrados hasta la primera quincena de diciembre, el municipio confirma un repunte sostenido de la violencia letal y vuelve a colocarse como uno de los principales focos de inestabilidad en la región de Tierra Caliente.
Los datos preliminares contabilizan 193 homicidios, una cifra que no solo supera a varios años considerados críticos, sino que rebasa incluso los niveles de 2013, periodo marcado por la expansión de las extorsiones, el control territorial de Los Caballeros Templarios y el surgimiento de los grupos de autodefensa como respuesta social al colapso de la seguridad.
El comportamiento de la violencia en 2025 no se ha limitado a enfrentamientos entre grupos criminales. En semanas recientes, al menos dos elementos policiales resultaron heridos por arma de fuego mientras realizaban patrullajes en caminos rurales, de acuerdo con reportes locales. Estos ataques refuerzan un patrón que se ha vuelto recurrente en la zona: la confrontación directa contra corporaciones de seguridad en áreas periféricas y de difícil acceso.
A este escenario se suma un fenómeno particularmente grave. Al menos siete personas han muerto por la activación de minas antipersona, artefactos colocados en brechas y caminos rurales utilizados para el trasiego de drogas, la vigilancia territorial y el control de comunidades. La presencia de estos explosivos ha elevado de manera significativa el riesgo para civiles, productores agrícolas y fuerzas de seguridad, y confirma la adopción de tácticas propias de conflictos armados irregulares.
Las autoridades y reportes de seguridad coinciden en que en Apatzingán operan al menos cuatro grupos criminales, que se disputan rutas, comunidades y economías ilícitas. Esta fragmentación ha intensificado la violencia, al generar disputas constantes y ciclos de represalia que se reflejan en los niveles de homicidio y en la diversificación de métodos violentos.
El cierre de este año deja a Apatzingán atrapado en una dinámica donde la violencia no es episódica, sino estructural. El repunte no aparece como un hecho aislado ni coyuntural, sino como la continuidad de un conflicto criminal que, año tras año, redefine los límites de la normalidad en Tierra Caliente y profundiza la crisis de seguridad en una de las regiones más golpeadas de Michoacán.