Aquel 16 de diciembre del 2000…
evangelio | 16 diciembre, 2023

Cuando aquel 16 de diciembre del 2000 Heriberto Morales anotó ese último penal con el que Monarcas se consagraba como campeón del futbol mexicano por primera vez en su historia, algo estalló en Morelia y otros municipios de Michoacán.

Mientras Darío Franco, Jorge Almirón, Ángel David Comizzo, Alex Fernández, Javier Lozano y otros jugadores corrían llenos de júbilo por la cancha del Nemesio Diez, en las calles niños y adultos hacían lo propio con banderas en las manos.

Nadie lo dimensionaba en ese momento, pero el suceso se registraba como el más glorioso que ha vivido el estado de Michoacán en el ámbito deportivo y que, hasta el día de hoy, nadie ha podido superar.

El camino que llevaba al centro de la ciudad era una especie de celebración itinerante. No importaba la avenida ni la zona, en todas partes había personas festejando con playeras, banderas, espuma o a través de los cláxones de los carros.


Sin embargo, la fuente de las Tarascas era el epicentro de aquella tarde de sábado. El equipo recién levantaba el trofeo de campeón luego de vencer al Toluca en penales, pero en Morelia ya había miles que los esperaban sin ningún tipo de prisa.

A decir del periodista deportivo Rubén Herrera, quien dio cobertura a aquel acontecimiento, se trató de un festejo que se prolongó toda la noche, especialmente en la avenida Madero.

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“Había mucha buena vibra y como periodista nunca había vivido una locura de este tipo, pues a partir de ahí los aficionados michoacanos adquirieron un mayor cariño hacia el equipo”, contó.

Al día siguiente, los decibeles de la celebración no bajaban y daba la impresión de que en Morelia el tiempo se había detenido, pues los seguidores rojiamarillos se mantenían en las calles, sin que la falta de sueño mermara la alegría de saberse campeones.

Los jugadores se encontraban en una dinámica similar. Antes del mediodía, aparecieron en un camión sin techo, con sus medallas sobre el pecho y con la copa en todo lo alto.

Sin importar la intensidad del calor, en la fuente de las Tarascas inició un desfile que culminaría en el estadio Morelos. Ahí, Ángel David Comizzo y Darío Franco se mostraron como los más entusiastas al momento de recorrer la principal avenida del Centro Histórico de Morelia.

Rubén Herrera recuerda que una de las cosas que más le llamo la atención de ese domingo atípico, es que el campeonato logró erradicar por unas horas las clases sociales.

“Tú veías por la calle que no importaban las condiciones sociales en ese momento. A final de cuentas ese día ricos y pobres se vistieron de rojo y amarillo; todo esto acompañado de miles de banderas, cornetas y cláxones al por mayor”, dijo.

El desfile se prolongó por horas, pero en el estadio Morelos nadie se movió de su asiento. Totalmente abarrotado, los aficionados intercambiaban rumores sobre la ruta que llevaba ese viejo vehículo que trasladaba a los campeones.

Cuando a las orillas del cerro del Quinceo se pudo observar aquel camión con los jugadores a bordo, el griterío no se hizo esperar y el encargado del sonido local hizo lo propio para exaltar todavía más las emociones.

Al abrirse el túnel que da acceso a la cancha, uno de los primeros que corrió eufórico y sin camiseta fue Flavio Davino. Detrás de él, venía todo el grupo y el invitado principal: el trofeo del Invierno de 2000.

Algunos jugadores optaron por subir a las porterías al más puro estilo sudamericano, otros corrían dando la vuelta olímpica, unos más festejaban con familiares y hubo futbolistas, como Ángel David Comizzo que se dedicaron a recorrer paso a paso todas las zonas del campo, tratando de disfrutar cada segundo.

“Es la mayor celebración que he visto como periodista”, reconoce Rubén Herrera.

Han pasado 23 años de aquella hazaña futbolística y de haber sabido que no habría otro campeonato de primera división en todo este tiempo, seguro que muchos hubieran hecho lo posible por haberlo disfrutado más.

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