La aviación comercial, cuya esencia se basa en la seguridad, enfrenta retos sin precedentes debido a la proliferación de zonas en conflicto alrededor del mundo.

Desde su inicio, el sector ha lidiado con el derribo de vuelos, atentados con bombas y secuestros, pero la escalada de conflictos en Ucrania y el Medio Oriente, así como golpes de Estado en África, están complicando seriamente la planificación de rutas de larga distancia.

La Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA), que agrupa a más de 320 aerolíneas, destacó la urgencia de la situación; su director general, Willie Walsh, hizo un llamado a principios de octubre pidiendo a las partes en conflicto que eviten atacar aviones civiles.

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La seguridad de los vuelos se vio comprometida recientemente cuando un avión de Spirit Airlines fue alcanzado por disparos al aterrizar en Haití, lo que llevó a la Administración Federal de Aviación (FAA) de Estados Unidos a prohibir temporalmente los vuelos hacia el país caribeño.

Los reguladores de aviación civil de cada nación tienen la facultad de restringir el acceso a su espacio aéreo, lo que ha llevado a un aumento en las áreas prohibidas en carta de navegación, especialmente en Medio Oriente y África, donde regiones como Israel, Siria, Irán e Irak son consideradas de alto riesgo.

Además, el cierre del espacio aéreo ruso para aviones europeos y estadounidenses ha exacerbado el problema, obligando a las aerolíneas a buscar rutas alternativas más largas y complicadas.

Pilotos con amplia experiencia han expresado su preocupación, señalando que las restricciones actuales cubren una gran parte de la superficie terrestre, generando un entorno operativo complicado.

La situación actual representa un problema no solo para las aerolíneas occidentales, que enfrentan desventajas competitivas frente a sus homólogas chinas y turcas que no sufren las mismas restricciones, sino también para la seguridad global en la aviación comercial.