En Michoacán, la conversación sobre la paridad de género ha pasado del eslogan a la reflexión política. La frase “es tiempo de mujeres”, adoptada en distintos espacios partidistas, dividió opiniones dentro de Morena y reavivó un tema que trasciende las coyunturas electorales: el papel real de las mujeres en la toma de decisiones.
El diputado federal Leonel Godoy Rangel cuestionó recientemente que esa expresión se utilice como consigna más que como compromiso, mientras el gobernador Alfredo Ramírez Bedolla sostuvo que “el tiempo de mujeres no es una frase vacía, sino una realidad refrendada en las urnas”, aludiendo a la elección de Claudia Sheinbaum como presidenta de México.
Godoy, exgobernador del estado, insistió en que la igualdad no puede reducirse a un argumento de oportunidad, sino a transformaciones dentro de las estructuras políticas. Su planteamiento, más analítico que confrontativo, abrió espacio para una discusión interna sobre los límites entre la retórica del cambio y la práctica del poder.
Su crítica también recupera una discusión de fondo dentro del movimiento: la distancia entre el ideal de transformación y la manera en que los partidos procesan la competencia interna. Para Godoy, la paridad no debería ser solo una regla de reparto electoral, sino un cambio en la lógica del poder, capaz de abrir espacios genuinos a nuevas generaciones y formas de liderazgo.
Michoacán, que nunca ha tenido una mujer al frente del Ejecutivo, figura entre los estados donde la paridad marcará las definiciones rumbo a 2027. De acuerdo con los lineamientos federales, al menos 11 de las 17 gubernaturas en disputa deberán ser encabezadas por mujeres.
El intercambio de posturas entre ambos refleja también el pulso de una generación política que intenta conciliar los ideales de la Cuarta Transformación con las tensiones de su propia historia. En el fondo, lo que se debate no es solo quién encabeza el futuro gobierno, sino cómo se redefine el poder en un estado donde las estructuras partidistas y los liderazgos personales siguen siendo determinantes.
Más que un diferendo personal, el intercambio de visiones entre ambos políticos refleja un momento de transición: el paso de la consigna a la evaluación de fondo sobre qué tan profunda es, en realidad, la transformación que se promete.