La construcción en México atraviesa una de sus etapas más críticas en años, impulsada principalmente por el desplome en proyectos vinculados al sector petrolero. Durante septiembre, el valor de producción de las empresas constructoras registró una caída del 15.4 por ciento en cifras desestacionalizadas, acumulando 17 meses consecutivos de retrocesos.
El desplome está marcado por una baja interanual del 17.1 por ciento, donde la obra relacionada con petróleo y petroquímica refleja el retroceso más severo: una contracción del 57.6 por ciento, nivel que supera incluso la crisis sanitaria de 2020, cuando la caída fue de -30.8 por ciento.
El impacto no se limita al rubro energético. La infraestructura de transporte y urbanización retrocedió 36.5 por ciento, mientras que los proyectos de agua, riego y saneamiento disminuyeron 36 por ciento, arrastrando al conjunto del sector.
En contraste, la obra privada muestra un movimiento prácticamente nulo, con una baja acumulada de 0.1 por ciento en lo que va del año, influida por factores como la incertidumbre económica y la violencia, que frenan decisiones de inversión y nuevos desarrollos.
La reducción en obra pública vinculada al petróleo -uno de los motores tradicionales de la construcción nacional- impacta la generación de empleo especializado, el suministro de materiales y cadenas de proveeduría que dependen de los proyectos industriales y de infraestructura energética.
Analistas advierten que, sin una reactivación en proyectos estratégicos o una ruta clara de inversión, el sector continuará operando en un escenario de contracción prolongada con efectos directos sobre la productividad industrial y el crecimiento regional.