Entre ofertas y tradición: Casart busca resistir en el mercado del Buen Fin en Michoacán
evangelio | 11 noviembre, 2025

En medio del despliegue publicitario del Buen Fin, la Casa de las Artesanías de Michoacán (Casart) intentará mantener visible un tipo de comercio menos inmediato: el de las piezas hechas a mano por comunidades que viven de la artesanía.

Del 13 al 17 de noviembre, sus tiendas aplicarán descuentos del 5, 10 y 15 por ciento en artículos elaborados por artesanas y artesanos de distintas regiones del estado. No es un intento por competir con las grandes cadenas, sino por sostener una red de producción que, en muchos casos, es la única fuente de ingreso estable para miles de familias rurales.

El peso de una economía artesanal

Casart fue fundada en 1972 y actualmente trabaja con más de 4,500 artesanas y artesanos de 80 comunidades, agrupados en 16 ramas artesanales que van desde la alfarería hasta la laudería. Se estima que cada peso gastado en una tienda de Casart genera un retorno de entre 3 y 5 pesos en las comunidades productoras, según cálculos internos de la dependencia basados en cadenas de distribución y reinversión local.

En Michoacán, el arte popular representa cerca del 1.8 % del Producto Interno Bruto estatal, una proporción que, aunque modesta, tiene un efecto multiplicador en municipios de alta marginación. En regiones como Paracho, Santa Clara del Cobre o Capula, hasta el 60 % de las familias dependen total o parcialmente de la producción artesanal.

El director general, Cástor Estrada Robles, explicó que detrás de cada objeto hay un proceso técnico que rara vez alcanza el valor que merece en el mercado. “Una pieza puede tardar semanas o meses en elaborarse”, dijo, “pero su precio final no siempre refleja ese esfuerzo”.

Tradición frente a mercado

Las tiendas de Casart, ubicadas en Morelia, frente a la Plaza Valladolid y en el Centro Cultural Clavijero, así como en Uruapan y Zamora, exhiben piezas reconocidas en concursos nacionales y certificadas con distintivos de autenticidad o marcas colectivas.

Sin embargo, el contexto sigue siendo desigual. Según el Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías, más del 70 % de los productores artesanales del país viven en condiciones de vulnerabilidad, y una cuarta parte ha tenido que abandonar temporalmente su oficio por falta de ingresos. En Michoacán, Casart opera con un presupuesto anual de alrededor de 20 millones de pesos, insuficiente para un sector que agrupa a más de 35,000 personas.

El Buen Fin se convierte así en un escaparate temporal para un sistema económico que no vive de las rebajas, sino de la persistencia. Comprar en Casart no es una transacción simbólica: cada venta permite que una familia mantenga su taller, compre materiales o continúe transmitiendo un oficio que, en muchos casos, está en riesgo de desaparecer.

En un mercado donde el consumo rápido domina la narrativa, las tiendas de Casart recuerdan que el arte popular no compite en volumen, sino en significado. Y que, en Michoacán, cada pieza vendida no solo paga un trabajo, también prolonga una herencia.

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