A dos horas de São Paulo, en la ciudad de Iracemápolis, se alista la inauguración de una de las primeras fábricas chinas de vehículos eléctricos en América Latina. Operada por Great Wall Motor, que adquirió la antigua planta de Mercedes-Benz cerrada en 2021, la fábrica forma parte de una estrategia global de China para dominar la industria automotriz del futuro.
En agosto se celebrará su apertura oficial, con una producción inicial de cuatro modelos híbridos y enchufables, en un país donde solo el 6% de los vehículos vendidos en 2024 fueron eléctricos.
China ya es el mayor exportador mundial de automóviles y lidera la producción de vehículos eléctricos (EV), con modelos más económicos y tecnológicamente competitivos que los occidentales.
BYD, otro fabricante chino, compró la planta de Ford en Camaçari, antes símbolo de la industria estadounidense en Brasil. Aunque las condiciones laborales en esta última han generado controversias, las marcas chinas se expanden con rapidez en un país que representa el sexto mercado automotriz del mundo.
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El gobierno brasileño, mientras incrementa aranceles a las importaciones, exige que la producción se realice localmente.
Esto ha obligado a los fabricantes chinos a adaptarse: no solo producen modelos eléctricos, sino también híbridos compatibles con etanol, un combustible clave en Brasil. Great Wall Motor planea fabricar hasta 50 mil unidades anuales en tres años, con precios que van de los 37 mil a los 55 mil dólares.
Las marcas chinas ya modifican los hábitos de compra. En concesionarios de São Paulo, compradores atraídos por el precio y la autonomía eligen entre sedanes eléctricos y SUV híbridos.
La fuerte inversión tecnológica de China encuentra terreno fértil en Brasil, que busca insertarse en la cadena de valor global. Aunque persisten desafíos como la infraestructura de carga y las tensiones laborales, el giro hacia la electromovilidad ya está en marcha. La competencia global por el futuro del automóvil, también se juega en América Latina.