El gobierno de China, en conjunto con el Partido Comunista, emitió una nueva directriz que refuerza las políticas de austeridad para los funcionarios públicos, exigiendo la eliminación de gastos innecesarios en viajes, alimentación, alcohol, cigarrillos y administración.
Esta decisión se presenta como parte de una prolongada campaña liderada por el presidente Xi Jinping para combatir la corrupción y fomentar la disciplina administrativa en todos los niveles del gobierno.
La agencia oficial Xinhua informó que se insta a los funcionarios a actuar con “estricta diligencia y ahorro”, rechazando la extravagancia bajo el lema “el despilfarro es vergonzoso y la economía es gloriosa”.
Estas medidas surgen en un contexto de creciente presión fiscal sobre los gobiernos locales, cuya capacidad de financiamiento se ha visto afectada por la caída en la venta de terrenos y el aumento de la deuda pública.
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Simultáneamente, indicadores económicos reflejan un panorama mixto: mientras la producción industrial en abril creció 6.1 % interanual, superando las expectativas, el consumo interno mostró señales de debilidad con un crecimiento de apenas 5.1 % en las ventas minoristas, por debajo de las previsiones.
Esta divergencia entre producción y demanda evidencia la persistencia de factores estructurales como la crisis inmobiliaria, la presión deflacionaria y el desempleo.
Frente a estos desafíos, las autoridades centrales han reiterado la necesidad de “apretarse el cinturón”, como señal clara de que la recuperación económica requiere no solo disciplina fiscal, sino también políticas que impulsen la confianza del consumidor y el crecimiento sostenido.
Analistas advierten que el éxito de esta estrategia dependerá de una ejecución equilibrada entre el control del gasto y el estímulo a la demanda interna.