Ciclovías que ya no se burlan de quien las usa; en Morelia, la bicicleta recupera coherencia.
evangelio | 6 julio, 2025

Durante años, la infraestructura ciclista en Morelia fue poco más que una declaración simbólica. Tramos inconexos, líneas pintadas sin continuidad, rutas que terminaban en banquetas, postes o glorietas. Pedalear era una apuesta incierta, más cerca del sarcasmo urbano que de una política pública funcional. Pero algo cambió.

Desde 2022, el Ayuntamiento de Morelia emprendió una reconfiguración de su red vial con criterios más realistas. A través de un programa trianual de infraestructura, se destinaron alrededor de 188 millones de pesos anuales a la mejora de avenidas clave como Ventura Puente, Camelinas y Acueducto. La novedad no fue el trazo en sí, sino el enfoque: carriles con continuidad, ciclopuertos, señalética clara, banquetas funcionales y medidas de pacificación vial. No una promesa de ciudad del futuro, sino una ruta tangible que comienza a sentirse en el presente.

La intención está respaldada en el papel. Según el Programa Municipal de Desarrollo Urbano 2021–2040, Morelia busca consolidar una red de 80 kilómetros de ciclovías interconectadas, integradas a los ejes de movilidad, espacio público y seguridad vial. Pero más allá del plan, es en la calle donde el cambio comienza a notarse.

La Ciclovía Dominical, que abarca 5 kilómetros entre Madero y Acueducto, ya no es un gesto cultural: es una dinámica urbana en expansión. Cada semana, más de 8,000 personas participan. Familias, corredores, ciclistas, mascotas. Desde febrero de 2025, la experiencia se complementa con una biciescuela gratuita, operada por el Ayuntamiento, que ha enseñado a más de 3,000 personas a moverse en bici con seguridad y conocimiento del entorno vial.

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El proceso no ha sido terso. En 2023, el propio municipio admitió que evitaría trazar nuevas rutas por la falta de consenso con sectores del transporte público. La resistencia persiste: automovilistas y transportistas aún disputan el espacio con fricciones visibles. Pero el debate se desplazó: ya no se discute si debe haber ciclovías, sino cómo deben integrarse a la ciudad de forma permanente, útil y segura.

En ese contexto, el Gobierno del Estado de Michoacán anunció el 13 de mayo de 2025 el arranque de la ampliación de la avenida Amalia Solórzano, conocida también como Paso Morelos, que conectará la tenencia Morelos con Altozano. Se trata de 4.1 kilómetros de nueva vialidad que incluirán ciclovías de 1.5 metros por sentido, banquetas accesibles, parabuses seguros, cruces peatonales y camellones vegetados. La inversión supera los 200 millones de pesos y beneficiará a más de 45,000 personas, entre ellas estudiantes de la UNAM, la ENEF y el Tecnológico de Morelia. La obra está programada para concluir en diciembre de este año.

Aunque no forma parte del programa municipal, este nuevo trazo, ejecutado desde el ámbito estatal, complementa la red urbana de Morelia. Conecta barrios, abre trayectos nuevos y responde a un patrón creciente: las ciclovías en Morelia ya no son un decorado, sino infraestructura con intención.

Sin embargo, los datos siguen marcando distancia. El 70 % de los traslados en la ciudad se siguen realizando en automóvil. La bicicleta representa apenas el 3 % de la movilidad urbana, según el INEGI. La transformación es lenta, pero visible. Y no pasa por espectáculos ni slogans, sino por el trazo cotidiano de quienes empiezan a confiar en que su camino no terminará abruptamente.

Morelia no ha llegado al destino, pero se mueve. Las ciclovías ya no se burlan de quien las usa. Y eso, en esta ciudad, ya es decir mucho.

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