El movimiento sionista, que buscaba establecer un Estado para los judíos en respuesta al antisemitismo en Europa a principios del siglo XX, ganó fuerza y ​​atracción en la primera mitad del siglo.

Sin embargo, la región de Palestina, sagrada para musulmanes, judíos y católicos, estaba bajo el dominio del Imperio Otomano y ocupada principalmente por comunidades árabes y musulmanas.

La inmigración judía, alentada por las aspiraciones sionistas, generó tensiones en la región.

Después de la Primera Guerra Mundial, el Reino Unido recibió un mandato de la Liga de Naciones para administrar Palestina, sin embargo, las promesas incumplidas a árabes y judíos, junto con la división del Medio Oriente con Francia, aumentaron la tensión, ocasionando enfrentamientos entre grupos paramilitares judíos y bandas árabes.

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Después de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto, la presión internacional creció para establecer un Estado judío en Palestina de manera arbitraria.

El plan original de partición del territorio dio lugar a la fundación de Israel en 1948, ocupando espacio que le pertenecía a Palestina, desencadenando la primera guerra árabe-israelí, en la que se vieron involucrados varios países y que provocó el desplazamiento de medio millón de palestinos.

A partir de entonces, Palestina ha sufrido de constantes invasiones a su territorio y violaciones a los derechos humanos de sus habitantes por parte del ejército israelí, mientras la comunidad internacional únicamente ha sido testigo sin intervenir.