Hoy en día, aproximadamente el 80 % de la población mundial se encuentra expuesta a altos niveles de luz nocturna, una problemática conocida como contaminación lumínica.
La situación, que ha empeorado con un incremento anual del 2% en la iluminación exterior, se asocia con graves consecuencias para la salud, tales como insomnio, cáncer de mama y accidentes cerebrovasculares.
La luz artificial durante la noche interfiere con el sistema circadiano humano, inhibiendo la producción de melatonina, una hormona esencial para el sueño y que también posee efectos antiinflamatorios.
Además, esta sobreexposición puede alterar los ciclos de los microbios intestinales, comprometiendo así la salud general del individuo.
Las fuentes de contaminación lumínica son diversas, incluyendo farolas, vallas publicitarias, y la iluminación de edificios, así como dispositivos interiores, principalmente pantallas brillantes.
Aunque las bombillas LED son conocidas por su eficiencia energética, emiten una cantidad considerable de luz azul de longitud corta, que resulta ser dañina para nuestra salud; de hecho, la luz azul es diez veces más efectiva en suprimir la melatonina en comparación con la luz roja.
El problema se agrava por la falta de suficiente exposición a la luz solar durante el día. Muchas personas pasan horas en espacios cerrados, como oficinas y fábricas sin ventanas, limitando así su contacto con la luz natural.
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El desequilibrio entre la luz solar y la oscuridad que los humanos han experimentado a lo largo de milenios, tiene un efecto acumulativo que impacta negativamente en nuestro bienestar.
Además, las comunidades minoritarias enfrentan un riesgo mayor; a menudo, esas áreas están iluminadas con “bombas de deslumbramiento” de alta potencia, que se instalan bajo el argumento de combatir la delincuencia.
Recientes estudios indican que el exceso de luz en los dormitorios perjudica el sueño reparador, dificultando la conciliación del mismo y provocando un sueño fragmentado.
Esas alteraciones del ritmo circadiano están asociadas con un aumento en los niveles de inflamación y un mayor riesgo de desarrollar ciertos tipos de cáncer hormonales, tal como el cáncer de mama, colon y próstata.
También se ha observado un vínculo alarmante entre la intensa exposición a la luz exterior y un aumento en la incidencia de leucemia infantil en algunas zonas de California.
El impacto de la contaminación lumínica no se detiene ahí. Investigaciones sugieren un posible aumento en el riesgo de enfermedades cardíacas, diabetes y depresión, así como efectos adversos en la fertilidad, incluyendo una menor calidad del esperma y mayores tasas de partos prematuros.
Asimismo, un exceso de luz artificial puede afectar la seguridad vial al dificultar la dilatación natural de las pupilas, incrementando el deslumbramiento y comprometiendo la visibilidad en las carreteras.
