En un ecosistema artístico dominado por cámaras de alta gama, estudios especializados y producción sofisticada, el trabajo de Sanjo Lawal avanza en sentido contrario. No desde la carencia, sino desde una decisión estética y política: crear con lo que está a la mano.
Radicado en Lagos, Nigeria, Lawal ha construido una obra fotográfica que mezcla herencia cultural, identidad contemporánea e imaginación visual, utilizando materiales encontrados, textiles reciclados, objetos cotidianos y, de manera deliberada, un iPhone como herramienta principal. El resultado no es un ejercicio de minimalismo técnico, sino una exploración profunda sobre cómo se construye la imagen, el cuerpo y el símbolo en contextos donde la creatividad no depende del equipo, sino de la mirada.

Sus retratos no buscan la fidelidad documental. Son composiciones escénicas en las que las personas aparecen como figuras simbólicas, casi escultóricas, envueltas en telas, encajes, tocados y colores intensos que remiten directamente a tradiciones yoruba. Cada elemento está cargado de historia: los tejidos hablan de linaje, los accesorios de dignidad, las posturas de presencia. La fotografía funciona aquí como punto de partida, no como límite.

Lawal ha explicado que su proceso es, en gran parte, una combinación de captura fotográfica y edición creativa. La imagen se transforma mediante pintura digital y manipulación visual hasta convertirse en una escena autónoma, donde el sujeto deja de ser únicamente una persona retratada y pasa a ocupar un lugar dentro de una narrativa más amplia. No hay intención de realismo, sino de significado.

En ese sentido, su obra dialoga con debates actuales sobre identidad africana, representación y autonomía visual. Frente a una historia del arte marcada por miradas externas, Lawal construye imágenes desde dentro, sin exotizar ni explicar. No traduce su cultura para el espectador global; la presenta en sus propios términos, con códigos que no siempre buscan ser descifrados, sino respetados.

Hay también una dimensión contemporánea que atraviesa su trabajo: la reutilización de materiales, la resignificación de objetos descartados y la posibilidad de producir arte relevante desde dispositivos cotidianos. El uso del iPhone no es una curiosidad técnica, sino una declaración sobre accesibilidad y control creativo. La herramienta deja de ser protagonista y se convierte en un medio silencioso al servicio de la idea.

Más que retratos, las imágenes de Sanjo Lawal funcionan como escenas detenidas, fragmentos de una obra mayor donde identidad, memoria y presente se superponen. En un mundo saturado de imágenes rápidas y desechables, su trabajo exige tiempo, observación y lectura. No grita, no busca viralidad inmediata. Se sostiene.

Crear con lo que se tiene, en su caso, no es una limitación. Es una forma de postura. Y, sobre todo, una manera de recordar que la potencia del arte no reside en el dispositivo, sino en la capacidad de transformar lo cotidiano en lenguaje visual con sentido propio.