La postal colonial de Pátzcuaro —sus calles empedradas, sus fachadas rojizas, su título de Pueblo Mágico— se vio eclipsada por una escena de violencia.
La noche del lunes 14 de abril, un hombre fue asesinado a balazos en plena zona céntrica, en la calle Privada de Ascensión, a escasos metros de comercios y zonas peatonales concurridas.
Vecinos relataron que poco antes de las 9 de la noche se escucharon varias detonaciones. Minutos después, elementos de la Policía Municipal encontraron a un hombre tendido en el suelo, sin signos vitales y con múltiples impactos de proyectil, presuntamente de arma calibre 9 milímetros.
La víctima, cuya identidad no ha sido confirmada por las autoridades, tenía entre 25 y 30 años de edad, complexión media, tez morena y cabello corto. No portaba documentación.
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Elementos de la Unidad de Servicios Periciales y Escena del Crimen (USPEC) se encargaron del levantamiento del cuerpo y de procesar la escena.
El cadáver fue trasladado al Servicio Médico Forense y la Fiscalía del Estado abrió una carpeta de investigación. Hasta el momento, no hay reportes de personas detenidas ni de avances públicos en las indagatorias.
Aunque el municipio no ha emitido un comunicado específico sobre el asesinato, medios locales reportaron que la zona donde ocurrió el crimen permaneció acordonada durante varias horas, lo que afectó el tránsito y obligó al cierre temporal de algunos servicios.
Se habla incluso de la suspensión parcial del servicio de limpia en ese cuadrante, aunque esta información no ha sido confirmada de manera oficial.
Este crimen, cometido en el corazón turístico de Pátzcuaro, expone una herida cada vez más difícil de ignorar: la penetración de la violencia en espacios que deberían ser de paz, contemplación y vida comunitaria. No es la primera vez que ocurre, pero cada episodio parece despojar a la ciudad de una parte de su promesa.