En el crimen organizado de Michoacán está arraigada la participación de grupos de colombianos y salvadoreños.

La fabricación de explosivos, manejo de drogas y tareas de sicarios son ejecutadas por los criminales centroamericanos y sudamericanos.

El gobernador de Michoacán, Alfredo Ramírez Bedolla, se dijo preocupado por la reciente desarticulación de una célula de colombianos en la comunidad de Pinzándaro, en la Tierra Caliente de Michoacán.

Los mismos se dedicaban a la fabricación de explosivos a base de C-4 montados en drones que habrían provocado desde muertes hasta el pánico en la región disputada por el crimen organizado.

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A pesar de que Michoacán no es ruta de migrantes por sí sola, la intromisión de dichos grupos revela que el crimen organizado sí está contratando servicios internacionales de otros grupos delictivos especializados en actividades de narcoterrorismo.

“Es relevante… son ocho colombianos. Se han dado más casos; el año pasado se dio el caso de otra célula delictiva. Normalmente son salvadoreños, colombianos y, por lo que se denota, sí ocurren estas detenciones, lo que implica que sí hay participación de extranjeros. De alguna manera, los grupos delictivos contratan estos servicios de extranjeros”, explicó el mandatario michoacano.

Desde 2020, los municipios de Tepalcatepec, Aguililla, Buenavista, Apatzingán y las demarcaciones colindantes sufren la encarnizada guerra entre grupos delictivos que han recurrido al uso de drones con cargas explosivas como medio de ataque directo.

En la refriega, civiles, agricultores y comercios han quedado en medio del fuego aéreo del conflicto que a pesar de los despliegues operativos en la región siguen latentes.