En el ecosistema digital, los criptomercados se han convertido en una herramienta clave para el tráfico de drogas, operando como versiones ilícitas de plataformas como Amazon, eBay o Shein.
Un estudio reciente de tres investigadoras analizó 18 de estos criptomercados, revelando dinámicas complejas y sofisticadas.
Anonimato y seguridad
Estas plataformas operan en la darknet, accesibles mediante navegadores como Tor, que enmascaran la identidad del usuario. Los pagos se realizan en criptomonedas, dificultando aún más el rastreo.
Sorprendentemente, estos mercados negros digitales replican dinámicas del comercio legítimo, con sistemas de reputación basados en reseñas y calificaciones. Los compradores evalúan a los vendedores, generando un entorno de confianza.
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Seguridad reforzada
Se utilizan sistemas de “escrow” o depósito de garantía, donde el pago se libera solo tras la confirmación de la recepción del producto; en caso de disputas, se emplean firmas multifirma con un tercero como árbitro.
Los usuarios comparten experiencias y consejos en foros especializados, creando una red social clandestina. Los mercados se segmentan por tamaño, especialización y nivel de profesionalización.
A diferencia de las estructuras delictivas tradicionales, el administrador actúa como gestor de la plataforma, garantizando seguridad y anonimato a cambio de comisiones.
Vulnerabilidades
A pesar de la sofisticación virtual, la entrega física sigue siendo un punto débil, con riesgos de detección en envíos por correo o “drop-offs”.
Las autoridades intensifican la vigilancia de la darknet, pero el cierre de plataformas solo lleva a la migración de usuarios a nuevos espacios. Se requiere un enfoque preventivo y estratégico.