El Día de Muertos es una de las celebraciones con más tradición en México: altares, panteones iluminados, calles tapizadas con adornos de aserrín y flores de cempasúchil, comida, bebida, calaveras, catrinas y todo lo que se pueda sumar a esa fecha.
En 2003, la Unesco declaró Patrimonio Cultural de la Humanidad a dicha emblemática celebración con raíces indígenas de las culturas mesoamericanas, que con el paso del tiempo se fusionó con la fe católica, para dar lugar a una festividad que continúa en constante evolución.
En las culturas prehispánicas, cuando alguien moría era enterrado por sus familiares, quienes organizaban una fiesta para guiarlo en su recorrido al Mictlán, el lugar a donde llegaban las personas que morían por causas naturales.
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Cuando los españoles llegaron a México, varios elementos de su cultura se incorporaron a la cosmovisión indígena, por ejemplo, flores, ceras, velas y veladoras, que hoy en día son indispensables en nuestra concepción del Día de Muertos.
“La Catrina”, es un elemento que surgió mucho después, productos de las ilustraciones que realizaba José Guadalupe Posada a finales del siglo XIX y que actualmente son un símbolo de identificación de la celebración en todo el mundo.
A todo lo anterior se han sumado distintos rituales, o eventos, tal como los desfiles de catrinas, las verbenas populares y todo cuanto sea apto para recordar a los seres queridos que terminaron su ciclo de vida.