Cada 6 de enero, la Rosca de Reyes se convierte en un emblema de las festividades que simbolizan la unión familiar y la herencia cultural.
Su forma ovalada, adornada con frutas cristalizadas, es un deleite para los sentidos y ofrece al paladar una rica experiencia que se comparte entre seres queridos.
Pero la historia de ese exquisito pan va mucho más allá de su sabor.
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Sus raíces se remontan a las antiguas Saturnales romanas, donde se elaboraban panes dulces para celebrar la fertilidad y la abundancia.
Con el tiempo, los cristianos adaptaron esa tradición a la festividad de la Epifanía, conmemorada por la llegada de los Reyes Magos al niño Jesús.
En México, la Rosca tomó un lugar especial desde el siglo XVI, incorporando a la celebración un pequeño muñeco que simboliza al niño Jesús escondido de la furia de Herodes.
Hoy, al partir la Rosca, las familias no solo disfrutan de un delicioso postre, sino que también comparten la alegría de la tradición y la promesa de nuevas celebraciones.