El gobernador del estado de Luisiana promulgó en ley una medida que obliga a exhibir los Diez Mandamientos de la biblia cristiana en todas las aulas de sus escuelas, desencadenando un debate sobre la separación de iglesia y Estado en Estados Unidos.
La decisión ha sido vista por algunos como parte de un intento de retornar al país a sus raíces religiosas, con un juez de la Suprema Corte describiendo esto como “una batalla en curso” para convertir a la nación en un lugar de piedad, es decir, una nación cristiana.
La designación de Mike Johnson, del Partido Republicano, como presidente de la cámara baja en octubre, ha sido interpretada por cristianos conservadores como un paso hacia el restablecimiento de las raíces religiosas del país.
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Sin embargo, el diputado demócrata Jared Huffman, líder de un caucus legislativo que aboga por la libertad de fe, ha expresado preocupación por lo que percibe como un intento de algunos de obtener poder y control sobre otros, eliminando la separación de iglesia y Estado en favor de una teocracia bíblicamente sancionada.
A pesar de la Primera Enmienda de la Constitución de Estados Unidos, que prohíbe al Congreso establecer una religión oficial, un sondeo reciente reveló que una proporción significativa de estadounidenses respalda la idea de que las leyes del país deberían basarse en valores cristianos y que debería ser declarado como una “nación cristiana”. Esta postura ha generado divisiones en la sociedad estadounidense.
Según informes, un exempleado de la administración de Donald Trump ya está ideando estrategias para promover ideas nacionalistas cristianas en caso de que su antiguo jefe regrese a la presidencia.
A pesar de que Trump mismo parece alejarse cada vez más de ser un seguidor piadoso que sigue los Diez Mandamientos, el 55 % de sus seguidores se identifica con el nacionalismo cristiano.