La provincia de Alberta ha dado un paso histórico y polémico hacia una posible secesión tras la aprobación oficial de una pregunta para un referéndum de independencia. El organismo electoral provincial dio luz verde al grupo Alberta Prosperity Project para iniciar la recolección de firmas necesarias que permitirían consultar a la ciudadanía si desean que la región deje de formar parte de Canadá para convertirse en un Estado soberano. El grupo cuenta ahora con un plazo de cuatro meses para reunir aproximadamente 178,000 firmas, aunque aseguran tener ya el compromiso de más de 240,000 simpatizantes.
Este avance ha sido posible gracias a un cambio reciente en la legislación provincial que eliminó la evaluación de constitucionalidad obligatoria para las iniciativas ciudadanas. Anteriormente, los tribunales habían bloqueado propuestas similares por considerarlas contrarias a la Constitución de Canadá. Con las nuevas reglas, la facultad de llevar la pregunta ante la justicia recae exclusivamente en el ministro de Justicia de Alberta, lo que ha facilitado el camino para los movimientos separatistas que celebran esta decisión como una victoria política sin precedentes.
Sin embargo, los analistas advierten sobre las graves implicaciones de una Alberta independiente. Al ser una región sin litoral, una nación soberana de Alberta dependería totalmente de tratados con Canadá y Estados Unidos para exportar su petróleo y acceder a puertos internacionales. Además, la situación de los pueblos indígenas representa un obstáculo mayor, ya que muchas comunidades nativas han rechazado tajantemente la secesión y han anunciado que defenderán sus derechos territoriales bajo los tratados actuales con la Corona británica y el gobierno federal canadiense.
Expertos en derecho internacional señalan que Alberta tendría una posición negociadora débil frente a sus gigantescos vecinos en temas críticos como el uso de la moneda, la defensa nacional y el reconocimiento ante la ONU. La viabilidad del nuevo Estado dependería de la buena voluntad de las naciones a las que acaba de abandonar, lo que plantea un escenario de alta incertidumbre económica para una población de apenas 4.5 millones de habitantes cuya riqueza principal proviene de un recurso fósil sujeto a las fluctuaciones del mercado global.