Descubren cocaína en una cripta de Milán del siglo XVII
evangelio | 15 septiembre, 2024

En un hallazgo que podría cambiar la comprensión sobre el consumo de drogas en la Europa premoderna, la antropóloga Gaia Giordano y su equipo encontraron evidencias de consumo de cocaína en la cripta de un antiguo hospital de la ciudad de Milán, conocido como Ca’ Granda.

El lugar, que funcionó como un sepulcro para miles de milaneses pobres en el siglo XVII, es ahora el escenario de un giro en la historia del comercio de drogas europeo.

Los investigadores analizaron los cráneos y el tejido cerebral de nueve individuos que fueron enterrados en la cripta, y encontraron que es muy probable que al menos dos de ellos hubieran consumido cocaína.

El hallazgo, que será publicado en la edición de octubre del Journal of Archaeological Science, representa la evidencia más antigua del uso de cocaína en Europa.

“Tenemos evidencia de que las hojas de coca se usaban desde hace miles de años”, declaró Christine VanPool, antropóloga de la Universidad de Misuri.

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Aunque la ruta exacta y el momento en que la planta llegó a Europa permanecen en la oscuridad, VanPool sugiere que los colonizadores españoles en América del Sur pudieron haberse sentido atraídos por las propiedades analgésicas de la cocaína, lo que podría haber llevado a su introducción en el continente europeo. Milán, como epicentro del comercio, probablemente tuvo acceso al producto antes que otras ciudades.

De los restos analizados, uno de los consumidores fue un hombre de entre 30 y 45 años que padecía de sífilis. La identidad, sexo y estado de salud de la segunda persona permanecen indeterminados.

“Tal vez consumieron la planta como un remedio medicinal para aliviar su dolor o tratar alguna otra enfermedad”, indicaron Giordano y sus colaboradores en su artículo. Sin embargo, también es posible que lo hicieran de manera recreativa.

Los registros del hospital no proporcionan pruebas de que los médicos administraran hojas de coca a los pacientes, lo que sugiere que su uso no era parte de un protocolo oficial, sino más bien “algo oculto entre la población”, comentó Cattaneo, otro coautor del estudio.

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