En el imaginario popular, el Japón feudal es un mundo poblado por honorables samuráis y enigmáticos ninjas, pero la realidad histórica dista mucho de las representaciones caricaturescas.
Un profundo conocimiento de este período nos permite desentrañar la verdadera naturaleza de estas figuras.
Los samuráis eran la casta guerrera del Japón medieval, cuya esencia se arraigaba en el verbo “saburau”, que significa servir.
Así, los samuráis eran vasallos de los daimyos, que a su vez respondían a un shogun, quien, tras un complejo proceso histórico iniciado por Minamoto Yoritomo en 1192, adquirió poderes absolutos, convirtiéndose en el soberano del país.
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Desde el siglo IX hasta el derrocamiento del régimen feudal en 1868, los samuráis se consolidaron como la nobleza del Japón, ostentando privilegios como el uso de armas y la exención de impuestos, mientras se dedicaban principalmente a la guerra y la administración.
Por otro lado, los ninjas eran unidades de élite dentro de los ejércitos samurái, entrenadas en espionaje e infiltración.
La imagen popular de estos guerreros enmascarados, capaces de realizar hazañas sobrenaturales, es un mito.
En realidad, la función principal de los ninjas consistía en la obtención de información, sabotaje y vigilancia, utilizando disfraces simples para mimetizarse con la población.
Armados con herramientas más prácticas que las exóticas que el cine suele presentar, su auténtica habilidad radicaba en su ingenio y adaptabilidad.