En una ciudad que convive con la violencia como parte de su cotidianidad, ni el Domingo Santo ofreció tregua. Un adolescente de 16 años fue baleado la tarde del 20 de abril en la colonia Ampliación Revolución, luego de resistirse al robo de su motocicleta. El ataque ocurrió en plena vía pública, bajo la luz del día y ante vecinos que, por costumbre, ya no se sorprenden.
El menor, identificado como Fernando Adrián T., conducía su motocicleta cuando fue interceptado por hombres armados. Los agresores intentaron despojarlo del vehículo y, ante su resistencia, uno de ellos le disparó. La bala impactó su pierna izquierda.
Fueron los propios vecinos quienes llamaron a emergencias tras escuchar la detonación. Paramédicos acudieron al lugar y trasladaron al joven a un hospital, donde fue reportado como estable. Las autoridades montaron un operativo en la zona, sin resultados. Al cierre de esta edición, no hay detenidos ni avances confirmados en la investigación.
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Uruapan es uno de los municipios con mayor índice de violencia en Michoacán. En 2024, se contabilizaron más de 220 homicidios dolosos. Además, el robo de motocicletas, muchas veces con violencia, se ha vuelto un delito recurrente. La mayoría de los casos no termina en arrestos ni en recuperación de vehículos.
Que un adolescente resulte herido por un intento de robo, y que esto ocurra en un día con significados espirituales para muchas familias, es una muestra del grado de descomposición que afecta a la vida pública. Los actos violentos han dejado de respetar horarios, edades o contextos. La seguridad, incluso en días solemnes, ya no es parte del paisaje.
La agresión contra un menor por un intento de robo refleja un deterioro que ya no distingue edades ni horarios. Que no haya detenidos no sorprende, pero debería indignar. Cuando un adolescente no puede circular seguro en su propia ciudad, el fracaso institucional deja de ser un dato y se convierte en una constante.