Mientras el lago de Pátzcuaro se sigue encogiendo ante los ojos de sus comunidades, la esperanza cambia de manos. Ya no proviene de los despachos ni de los programas que llegan con cada sexenio, sino de los propios pueblos que han decidido asumir el control del territorio. Cansadas de esperar soluciones externas, las autoridades indígenas están consolidando un modelo de gestión ambiental con enfoque comunitario, una nueva forma de gobernanza ecológica que devuelve a las comunidades el poder de decidir cómo cuidar lo que les pertenece.
El cambio se gestó en la isla de La Pacanda, durante un encuentro donde convergieron líderes comunales, académicos y representantes de los tres niveles de gobierno. Allí se acordó impulsar un esquema de vigilancia y evaluación ambiental encabezado por los propios habitantes del lago, marcando un punto de inflexión frente a la burocracia que durante décadas ha prometido rescatarlo sin resultados visibles.
El plan contempla la creación de un Consejo Consultivo Intercultural, integrado por representantes de las comunidades ribereñas, que revisará proyectos y políticas ambientales con una lógica colectiva, no administrativa. En lugar de oficinas ajenas, el control regresará a las asambleas y a la palabra comunal, donde las decisiones nacen del territorio y no de los presupuestos.
En esta nueva etapa participan instituciones como la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, el Instituto Tecnológico de Tzurumútaro y el Instituto Nacional de Ecología, que ofrecerán apoyo técnico y científico sin intervenir en la autonomía de los pueblos. El objetivo no es solo detener el deterioro del lago, sino restablecer el equilibrio entre conocimiento tradicional y ciencia moderna, un diálogo que rara vez se ha permitido en la gestión ambiental.
Los líderes comunitarios insisten en que la defensa del lago no puede depender de voluntades pasajeras. Advierten que la recuperación no será rápida ni mediática, sino fruto de la constancia y de la organización. “El agua no se rescata con discursos, sino con vigilancia diaria y respeto al territorio”, señalaron durante el encuentro, subrayando también el papel central de las mujeres como guardianas del agua y de la estructura comunitaria.
El acuerdo reafirma la unión de las 45 comunidades y municipios que integran el llamado Acuerdo de Pátzcuaro, un pacto que no busca celebrar avances, sino evitar el colapso de un ecosistema que define la identidad del centro de Michoacán. El lago, símbolo ancestral de vida y memoria, se sigue secando. Pero entre sus orillas, los pueblos han decidido que la resistencia también puede ser una forma de renacimiento.