Las luces se apagan antes del primer acorde. En Michoacán, la inseguridad ha vaciado los foros antes que el público. Tras el asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo Rodríguez, varios conciertos, ferias y festivales fueron cancelados o pospuestos, marcando un nuevo golpe a una industria cultural que apenas comenzaba a recuperar ritmo después de la pandemia.
Empresarios del espectáculo y promotores locales reportan pérdidas millonarias por cancelaciones de última hora, particularmente en municipios como Uruapan, Apatzingán, Pátzcuaro y Zamora, donde se suspendieron eventos masivos ante el temor de nuevos brotes de violencia. La Secretaría de Turismo confirmó que al menos una docena de actividades programadas para noviembre fueron aplazadas indefinidamente, entre ellas conciertos al aire libre y festivales gastronómicos.
El impacto no solo afecta al entretenimiento: centenas de empleos temporales, desde técnicos de sonido hasta vendedores ambulantes, desaparecieron con la cancelación de cada fecha. Productores consultados advierten que la incertidumbre podría extenderse a diciembre, comprometiendo la temporada alta de festivales y posadas que tradicionalmente sostienen buena parte de la economía cultural del estado.
“Los artistas no se sienten seguros, y el público tampoco”, explica un promotor con sede en Morelia, quien pidió anonimato. “Muchos proveedores se niegan a trabajar en eventos en zonas de riesgo, y las aseguradoras ya no cubren espectáculos en municipios con alertas de seguridad”.
En Uruapan, la cancelación del Festival del Aguacate y la Cultura y de un concierto de música regional previsto para el 10 de noviembre ilustran la fragilidad del sector. La violencia, señalan los organizadores, no solo espanta al turismo, también debilita la vida pública y las oportunidades de convivencia que la cultura genera en contextos adversos.
La crisis no es exclusiva de Michoacán. En estados como Guerrero y Zacatecas, la inseguridad también ha provocado la suspensión de ferias y giras artísticas. En 2024, la Cámara Nacional de la Industria del Espectáculo estimó que uno de cada tres eventos programados en zonas con alto índice de violencia fue cancelado por motivos de seguridad, una tendencia que se ha mantenido este año.
Ante el panorama, los artistas locales han buscado alternativas: funciones privadas, espacios cerrados y programación cultural comunitaria, aunque con aforos reducidos. Sin embargo, los costos logísticos y la falta de garantías de seguridad dificultan sostener una cartelera estable.
La Secretaría de Cultura estatal ha propuesto coordinar protocolos con la Guardia Civil para garantizar la realización de eventos de fin de año. Pero entre los foros vacíos y los promotores en pausa, el balance es claro: el miedo se ha convertido en el principal censor del arte en Michoacán, un silencio impuesto que amenaza con apagar el corazón cultural del estado.