La disponibilidad de agua dejó de ser un problema ambiental para convertirse en un asunto central de seguridad, economía y gobernanza global. México vive una sequía prolongada que afecta presas, acuíferos y cultivos esenciales, mientras que ciudades como Monterrey, Hermosillo o Tijuana ya han experimentado racionamientos periódicos que anticipan un escenario más crítico. Lo que antes era un fenómeno estacional ahora es parte de un patrón permanente.
En el país, la sobreexplotación de acuíferos se combina con modelos agrícolas que requieren enormes volúmenes de agua, como los cultivos de exportación. A esto se suman concesiones que durante décadas fueron entregadas sin transparencia y que hoy generan tensiones entre comunidades, industrias y ciudades que compiten por el mismo recurso. La infraestructura hídrica nacional también arrastra un deterioro considerable: fugas en redes urbanas, plantas de tratamiento inactivas y sistemas incapaces de retener agua en temporadas de lluvia.
El fenómeno es global. Naciones enteras ajustan sus políticas de seguridad nacional ante la posibilidad de conflictos por agua. Países como India, Pakistán, Estados Unidos y regiones del Mediterráneo diseñan modelos de restricción, mercados internos de agua o inversiones masivas en reciclaje. La ONU estima que para 2050 más de cinco mil millones de personas vivirán en regiones con estrés hídrico severo.
En México, la presión es doble: el crecimiento urbano desordenado multiplica la demanda, mientras el cambio climático altera los patrones de lluvia y temperatura. Las zonas agrícolas dependen cada vez más de pozos profundos y el descenso de niveles freáticos incrementa costos y deteriora la calidad del agua. El riesgo de migración interna por sequía y pérdida de suelos ya es una posibilidad tangible en regiones del norte y del Bajío.
El futuro del país —su industria, su seguridad alimentaria y su estabilidad urbana— dependerá de la capacidad para redistribuir, conservar y regular un recurso que ya no es renovable en los términos en que solía serlo.