El país sin ambulancias: la precariedad del sistema de emergencia mexicano
evangelio | 9 noviembre, 2025

En amplias zonas del país, pedir una ambulancia es casi un acto de fe. En pueblos apartados, el número de emergencias suena, pero nadie contesta; y cuando alguien lo hace, la respuesta suele ser la misma: “No hay unidad disponible”.

México enfrenta una crisis silenciosa en su sistema de atención prehospitalaria. Según el Consejo Nacional de Salud (Conasa), más del 60 % de los municipios carece de una ambulancia operativa y solo uno de cada cuatro cumple los estándares mínimos de equipamiento y personal certificados por la Secretaría de Salud. En muchos casos, las unidades dependen de donaciones, voluntarios o patronatos comunitarios.

Las cifras son contundentes. La Cruz Roja Mexicana, que cubre casi el 80 % de los traslados de emergencia en el país, cuenta con apenas 2,500 ambulancias activas para 2,469 municipios, y más de la mitad tiene más de diez años de uso. La institución calcula que cada vehículo debería atender entre tres y cuatro llamadas diarias, pero en estados como Michoacán o Guerrero llegan a realizar hasta 15 servicios al día con un solo equipo médico.

En Michoacán, la precariedad se ha vuelto norma. Municipios como Apatzingán, Tepalcatepec o La Huacana operan con una sola unidad que recorre más de 100 kilómetros entre comunidades rurales. En Morelia, el servicio estatal de urgencias (CRUM) reconoce que las llamadas de auxilio duplican su capacidad de respuesta. “Hay noches en que simplemente no alcanzamos. Una ambulancia puede tardar más de 45 minutos en llegar a un accidente dentro del propio municipio”, admite un técnico paramédico del CRUM entrevistado para este reportaje.

El problema no es nuevo. Desde 2018, los presupuestos federales para atención prehospitalaria se redujeron hasta un 35 %, mientras que el gasto público en equipamiento se concentra en hospitales y clínicas, no en unidades móviles. Según la Auditoría Superior de la Federación, ocho de cada diez ambulancias estatales no cumplen la Norma Oficial Mexicana NOM-034-SCFI-2013, que regula el tipo de equipamiento, oxigenación, camillas, desfibriladores y soporte vital.

En Guerrero, Oaxaca y Chiapas, los servicios de emergencia se sostienen con voluntarios que usan camionetas adaptadas para traslado de enfermos. En la montaña de Guerrero, hay comunidades donde un herido debe esperar hasta tres horas para ser transportado a un hospital, y en algunos casos, el traslado se hace en camionetas particulares. En el norte, Coahuila y Chihuahua reportan demoras promedio de 25 minutos en zonas urbanas, pero de más de dos horas en las rurales.

A la escasez se suma el riesgo. Solo en 2024, la Cruz Roja documentó 160 ataques o incidentes violentos contra su personal en México, muchos de ellos durante traslados o bloqueos carreteros. En Michoacán, paramédicos han sido retenidos por grupos armados o interceptados en enfrentamientos. “Salimos sin saber si volveremos. Aquí el uniforme no te protege de las balas”, relata un socorrista de Uruapan que pidió reserva de su nombre.

La falta de ambulancias tiene consecuencias fatales. De acuerdo con datos del INEGI, cada año mueren más de 20,000 personas antes de llegar a un hospital, la mayoría por infartos, accidentes de tránsito o hemorragias que pudieron haberse atendido en los primeros minutos.

El gobierno federal anunció en 2023 la creación del Sistema Nacional de Atención de Urgencias, con el objetivo de unificar los protocolos de emergencia y digitalizar las rutas de traslado. Sin embargo, a un año de distancia, el sistema aún no opera de manera plena en la mayoría de los estados. En Michoacán, solo tres municipios, Morelia, Uruapan y Zamora, están conectados a la red piloto.

En contraste, países como Chile o Colombia cuentan con al menos una ambulancia por cada 30,000 habitantes. En México, la proporción supera los 60,000 habitantes por unidad activa.

Los paramédicos lo resumen con crudeza: “Aquí no faltan héroes, faltan llantas, gasolina y radios que sirvan”.

Mientras los presupuestos siguen estancados y las sirenas callan por falta de combustible, cada llamada de emergencia se vuelve una pregunta sin respuesta. ¿Quién rescata al que rescata?

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