En un mundo donde el estrés y la ansiedad parecen ser parte de la vida cotidiana, la relación entre humanos y sus perros se convierte en un baluarte de apoyo emocional y psicológico.

Numerosos estudios recientes han puesto de manifiesto el impacto positivo que tienen nuestros compañeros caninos en nuestro bienestar, destacando que a veces, las palabras sobran.

Los perros, con su amor incondicional y naturaleza predecible, brindan a sus dueños una sensación única de seguridad. No son críticos ni jueces; simplemente nos observan con ojos llenos de cariño, ofreciendo una compañía reconfortante en los momentos más difíciles.

Esa forma de apoyo silenciosa se ha demostrado especialmente efectiva para calmar la ansiedad y reducir la presión emocional, a menudo superando el consuelo que podemos encontrar en la compañía de amigos o pareja.

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Un estudio publicado en 2018 en la revista “Anthrozoös” reveló que las personas suelen sentirse más cómodas compartiendo sus emociones difíciles, como la depresión, los celos o el miedo, con sus perros en lugar de hacerlo con seres humanos.

La ciencia respalda el poder de esa conexión. Expresar emociones, especialmente las negativas, puede llevar a una reducción de su intensidad, tanto a nivel subjetivo como neurológico.

Cuando las personas articulan sus sentimientos, se observa una disminución en la respuesta de la amígdala, la parte del cerebro que procesa emociones intensas como el miedo y la ansiedad.

Los perros tienen una capacidad innata para empatizar con los humanos, sintiendo perfectamente cuándo estamos molestos o ansiosos.

Ese entendimiento mutuo no solo tranquiliza al dueño, sino que también puede influir en el comportamiento del perro, creando un ciclo de retroalimentación positivo en el que ambos se benefician emocionalmente.