El príncipe Andrew, otrora Duque de York y uno de los hombres más visibles de la realeza británica, quedó oficialmente fuera del tablero monárquico.
Este viernes, el hermano menor del rey Carlos III anunció su renuncia a todos sus títulos, honores y distinciones reales, en lo que muchos ya califican como la caída definitiva de un miembro incómodo para la Casa de Windsor.
El Palacio de Buckingham confirmó que la decisión se tomó tras “largas conversaciones” con el monarca. En su comunicado, Andrew aseguró que su salida busca “evitar distracciones al trabajo de Su Majestad y de la Corona”. En otras palabras: dejar de ser un problema para su hermano y para una institución que desde hace años lidia con el daño colateral de sus escándalos.
Con ello, Andrew dejará de usar el histórico título de Duque de York y suspenderá el uso público de condecoraciones como la Orden de la Jarretera y la Orden Real Victoriana. Seguirá siendo príncipe por nacimiento, pero sin los símbolos, privilegios ni agenda que solían acompañar ese rango.
La maniobra llega justo cuando vuelven a resonar las acusaciones de Virginia Giuffre, quien sostiene haber sido víctima de abusos por parte del príncipe cuando era menor de edad, dentro de la red de tráfico sexual del empresario Jeffrey Epstein. La próxima publicación del libro póstumo de Giuffre habría encendido las alarmas en Buckingham, precipitando una decisión que busca blindar la imagen del rey y contener el daño mediático.
En la historia moderna de la monarquía británica, movimientos como este son casi inexistentes. Los expertos comparan el momento con la abdicación de Eduardo VIII en 1936 —aunque, en este caso, el drama no tiene romance, sino vergüenza pública—. Andrew no pierde un trono, pero sí el último resquicio de estatus que lo mantenía dentro del círculo real.
Por ahora, el Palacio no ha aclarado si su renuncia implicará la pérdida de residencias o beneficios económicos. Lo que sí es claro es que su nombre desaparece del mapa oficial de la realeza. Sin títulos, sin actos públicos, sin York: el príncipe Andrew se convierte, al fin, en un ciudadano más… con un pasado que la Corona preferiría olvidar.