Durante años, la mariposa monarca fue un termómetro ambiental en retroceso. Cada temporada invernal traía consigo la misma noticia: menos colonias, menos bosques, menos vuelo. Hasta ahora.
La temporada 2024–2025 marca un punto de inflexión alentador: las colonias de hibernación en los bosques de Michoacán y el Estado de México ocuparon 1.79 hectáreas, casi el doble de las 0.90 registradas el invierno anterior, según datos oficiales del monitoreo binacional realizado por la CONANP, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) y el Fondo Monarca. La cifra representa el mejor dato en cinco años. Pero sigue siendo un fragmento del pasado: a finales de los años noventa, las mariposas llegaban a cubrir hasta 18 hectáreas. Hoy, ni siquiera se alcanza una décima parte.
Un avance sostenido sobre un suelo inestable
Especialistas atribuyen el repunte a una combinación de clima favorable, recuperación de zonas agrícolas en Norteamérica y esfuerzos de conservación local. Santuarios como El Rosario (municipio de Ocampo) y Sierra Chincua (en Angangueo), dentro de la Reserva de la Biosfera Mariposa Monarca, mostraron este año una ocupación notable, con El Rosario albergando la colonia más grande con 0.998 hectáreas.
En Michoacán, el gobierno estatal celebró el aumento con eventos públicos y discursos optimistas. La Secretaría de Turismo y la Comisión Forestal estatal reforzaron actividades de promoción y protección en los santuarios. Sin embargo, no se ha presentado hasta ahora una política estatal clara y sostenida en materia de conservación forestal, ni un plan estratégico de turismo sustentable que permita enfrentar las amenazas estructurales.
Cinco de las ocho colonias registradas este año se ubicaron fuera de las zonas protegidas, lo que sugiere un desplazamiento del hábitat tradicional. A esto se suma que algunas zonas núcleo han perdido más del 30 % de su cobertura forestal en la última década, debido a la tala ilegal, incendios provocados y expansión agrícola no regulada.
Comunidades guardianas, entre turismo y resistencia
Detrás del conteo de hectáreas hay historias humanas. Decenas de comunidades indígenas y rurales dedican jornadas enteras al cuidado de los santuarios, la reforestación, el monitoreo y la vigilancia. Muchas veces lo hacen sin apoyo técnico ni respaldo presupuestal. La muerte del activista Homero Gómez González en 2020, tras denunciar la tala ilegal en El Rosario, sigue siendo un símbolo trágico del riesgo que implica defender los ecosistemas.
Aunque el turismo es una fuente vital de ingresos en municipios como Angangueo, Zitácuaro u Ocampo, el modelo actual no ha sido replanteado. La llegada masiva de visitantes en temporada alta satura caminos, genera residuos y pone presión sobre el bosque. Las comunidades han comenzado a establecer límites de aforo, rutas, horarios y códigos de conducta ambiental, pero sin una coordinación institucional efectiva por parte del gobierno estatal o federal.
¿Mariposa amenazada?
Estados Unidos evalúa desde 2024 incluir formalmente a la monarca en su lista de especies en peligro, bajo la Ley de Especies Amenazadas (Endangered Species Act). De concretarse, esto permitiría acceso a nuevos fondos de conservación y cooperación trinacional. Sin embargo, los expertos coinciden en que la recuperación de la especie no puede depender solo de medidas federales. En estados como Michoacán, donde la monarca toca tierra, la acción debe ser corresponsable, articulada y de largo aliento.
La mariposa monarca ha vuelto, pero no porque el peligro haya pasado, sino porque por ahora, no la matamos del todo. Celebrar su regreso sin garantizarle un futuro es tan frágil como sus alas.
En Michoacán, donde cada ciclo migratorio toca tierra como un milagro biológico, el Estado no puede limitarse a cifras optimistas o campañas de temporada. Necesita asumir su rol con políticas claras, presupuestos públicos, vigilancia ambiental efectiva y apoyo real a las comunidades que cuidan el bosque.
Mientras sigan ardiendo cerros, cayendo árboles y callando voces, el vuelo seguirá siendo incierto. La tregua es bienvenida. Pero si no se vuelve compromiso, será apenas un parpadeo en el colapso.