En medio del espíritu competitivo que embargó al mundo durante los Juegos Olímpicos de París, el tenis emerge como uno de los deportes más admirados y practicados.

Con una historia que se remonta al siglo XI, ese emocionante juego no solo entretiene a miles de aficionados, sino que también ofrece una amplia gama de beneficios para la salud física y mental.

Diversos estudios han demostrado que jugar al tenis puede contribuir significativamente a la reducción del riesgo de obesidad y diabetes, promoviendo estilos de vida más saludables. La práctica regular de ese deporte mejora la coordinación, aumenta los niveles de energía y fortalece el corazón.

Además, el tenis se ha relacionado con huesos más fuertes, gruesos y saludables, especialmente en aquellos que inician su práctica a una edad temprana.

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Al involucrar movimientos de alta intensidad seguidos de breves períodos de descanso, el tenis actúa como un ejercicio prolongado de intensidad moderada, reduciendo el riesgo de enfermedades cardíacas.

Sin embargo, los beneficios del tenis no se limitan al ámbito físico. El deporte requiere una planificación estratégica constante, rapidez en la toma de decisiones y una notable adaptabilidad, lo que estimula la función cerebral.

Los movimientos repetidos asociados al juego incrementan la producción de una proteína llamada Factor Neurotrófico Derivado del Cerebro, que favorece la neuroplasticidad y puede prevenir el deterioro cognitivo relacionado con la edad.

Investigaciones recientes también indican que los tenistas experimentan un seguimiento de los movimientos oculares más efectivo y tiempos de reacción significativamente más rápidos en comparación con individuos sedentarios.

En el plano mental, quienes practican este deporte presentan “niveles significativamente más bajos de estrés, depresión y ansiedad”, lo que resalta la importancia del ejercicio en la salud emocional.