54 cuerpos de palestinos sin identificar fueron sepultados este miércoles en una fosa común en el centro de la Franja de Gaza. Los restos, devueltos por las autoridades israelíes hace cinco días, presentaban graves signos de desfiguración y, en varios casos, marcas de maltrato, según informaron fuentes médicas locales.
Las ambulancias y camiones frigoríficos trasladaron los cadáveres desde el hospital de Jan Yunis, en el sur del enclave, hasta la ciudad de Deir el-Balah, donde un centenar de trabajadores sanitarios, voluntarios y funcionarios acompañaron el funeral colectivo. Los cuerpos, envueltos en sudarios blancos y numerados, fueron colocados uno a uno en las zanjas abiertas del cementerio local, mientras los asistentes elevaban oraciones en su memoria.
De acuerdo con el Ministerio de Sanidad de Gaza, con esta entrega se eleva a 195 el número total de cuerpos devueltos por Israel desde el inicio del alto el fuego, de los cuales 57 han podido ser identificados por sus familiares gracias a un sistema de fotografías y registros compartidos por las autoridades de salud.
El retorno de los cuerpos forma parte del acuerdo de tregua entre Israel y Hamás, que también permitió la recuperación de los restos de 15 de los 28 rehenes israelíes fallecidos durante el conflicto. Sin embargo, las devoluciones han despertado nuevas tensiones, ya que médicos y organizaciones humanitarias denunciaron que varios de los cadáveres palestinos presentan señales de golpes, esposas y vendajes en los ojos, lo que podría apuntar a abusos durante su detención.
El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), junto con autoridades de salud y de seguridad de Deir el-Balah, participó en la coordinación del entierro. En un breve comunicado, el organismo destacó la necesidad de que los cuerpos sean tratados con dignidad y que se facilite su identificación por parte de las familias.
La escena en el cementerio fue sobria y silenciosa. Las bolsas blancas, algunas marcadas sólo con números o palabras escritas a mano, fueron colocadas bajo la tierra mientras los presentes observaban en silencio. Para muchos en Gaza, el entierro simboliza tanto el duelo por los desaparecidos como la imposibilidad de cerrar el ciclo del dolor sin saber quiénes yacen en las tumbas.
“No sabemos quiénes son, pero son nuestros hijos, nuestros hermanos”, dijo un trabajador sanitario durante la ceremonia.
Con cada nuevo intercambio de cuerpos, las autoridades gazatíes enfrentan la tarea de reconstruir identidades perdidas por el paso del tiempo y la guerra, en una región donde la muerte llega con frecuencia, pero el reconocimiento tarda demasiado.