Los 12 meses del año y la duración de febrero se remontan a las prácticas de los antiguos romanos, que basaron su calendario en observaciones astronómicas, necesidades prácticas y supersticiones.
Las sociedades agrarias primitivas, incluyendo las de China, Egipto y Mesoamérica, se basaban en los ciclos de la Luna y el Sol para organizar sus actividades; sin embargo, dichos ciclos no coinciden entre sí ni son exactos.
Roma adaptó su calendario a esas realidades físicas y científicas hace más de dos mil años, lo que influyó en el calendario gregoriano actual, por lo que incluyó un febrero de 28 días.
La tradición atribuye la creación de un calendario de 304 días divididos en 10 meses al fundador y primer rey de Roma, Rómulo.
Según la tradición, el segundo rey de Roma, Numa Pompilio, introdujo un calendario de 12 meses basado en las fases de la luna, y agregó los meses de enero y febrero para corregir un desajuste en el calendario existente.
Además, se ajustaron los días de algunos meses para que tuvieran números impares, considerados de buena suerte en la superstición romana.
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Aunque esa historia era aceptada por muchos, no todos estaban de acuerdo. Plutarco, contemporáneo de Ovidio, sostenía que Roma siempre había tenido un calendario de 12 meses, aunque los romanos contaban los meses de manera desordenada y sin regla fija.
Numa Pompilio lo cambió, reduciendo los meses de 30 días a 29 para ajustarse a la superstición que consideraba los números impares como de buen augurio; sin embargo, enfrentó una limitación al tener un número par de días, lo que llevó a restar un día a un mes, siendo febrero el elegido.
Se cree que febrero fue seleccionado por ser el último mes del año en ese entonces. A pesar de ser un mes “maldito”, se utilizaba para compensar los desajustes de un calendario que no era perfecto.
En el año 46 a. C., Julio César introdujo una reforma al calendario romano para corregir el desfase de tres meses con el año solar. Creó un nuevo calendario de 365 días distribuidos en 12 meses, inspirado en el calendario solar egipcio.
Además, estableció el concepto de año bisiesto, donde un día extra se añadía cada cuatro años para compensar el desfase con el año sideral. Ese calendario se usó durante mil 600 años, hasta que el papa Gregorio XIII introdujo ajustes adicionales, incluyendo el 29 de febrero como día extra cada cuatro años.