Con paso firme y la mirada de quien carga tanto duelo como determinación, Grecia Quiroz, viuda de Carlos Manzo, asumió la presidencia municipal de Uruapan. Lo hizo no como una sucesora improvisada, sino como la heredera de una causa: el Movimiento del Sombrero, ese símbolo que hoy se levanta más alto que nunca en medio del luto y la rabia.
Su toma de protesta no fue un acto burocrático, sino un mensaje político en el sentido más profundo. En un estado donde la violencia suele marcar los finales, Quiroz apostó por el comienzo de algo distinto. La muerte de su esposo, lejos de fracturar el movimiento que fundó, pareció consolidarlo. En su discurso, breve, directo y sin concesiones, dejó claro que la consigna ahora es resistir desde la memoria.
Habló sin adornos. No hubo protocolo que opacara la carga simbólica del momento: la viuda del líder asesinado asumiendo su lugar frente a los mismos poderes que lo acompañaron en vida. La emoción no fue debilidad, sino fuerza narrativa. Su tono fue el de quien entiende que la política no se hereda, se sostiene con convicción.
Grecia Quiroz dejó ver que su liderazgo no dependerá del vacío dejado por Manzo, sino del impulso colectivo que él inspiró. Aseguró que el Movimiento del Sombrero mantendrá su identidad de cercanía con la gente, justicia social y dignidad para los pueblos. En Uruapan, el relevo no fue solo institucional: fue el nacimiento de una voz que, entre cenizas, decidió seguir hablando.