En medio de dos conflictos en Ucrania y Palestina, la Unión Europea ha mostrado una doble vara de medir tanto en su política común como en su diplomacia individual.
En el caso de Vladimir Putin, la Unión Europea ha mostrado unidad y firmeza, pero frente a Israel y Benjamín Netanyahu, ha habido divisiones, desde el apoyo absoluto de algunos países hasta el impulso de otros como España e Irlanda a la vía de los “dos Estados” como solución para la paz.
Además, las instituciones europeas y los gobiernos de la región están preocupados por las elecciones en Estados Unidos y un posible regreso de Donald Trump, lo que podría exacerbar las crisis existentes y afectar el equilibrio geopolítico.
A eso se suma la creciente inestabilidad en el Sahel, donde se impusieron juntas militares en varios países africanos y la región es afectada por el terrorismo yihadista, incluido el grupo Boko Haram y filiales de Al Qaeda y el Estado Islámico, que operan negocios ilícitos mirando hacia Europa.
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De acuerdo con el International Crisis Group, la inestabilidad en Sudán, Etiopía y el Sahel es una preocupación añadida a la escalada de conflictos en Oriente Medio, desde Israel y Gaza hasta Irán y el Mar Rojo, así como a las crisis humanitarias en Yemen y Libia.
Durante un evento en Bruselas el 9 de abril, el ministro de Relaciones Exteriores de la UE advirtió sobre la posibilidad de una guerra convencional de alta intensidad, haciendo hincapié en la necesidad de aumentar el gasto militar para fortalecer la defensa regional.
Tanto la presidenta de la Comisión Europea como el presidente del Consejo Europeo han alertado sobre la necesidad de prepararse para una posible guerra, ante la amenaza que representa un posible ataque ruso contra Europa.
Expertos en seguridad y defensa de la UE han destacado que la seguridad europea sigue dependiendo en gran medida de la voluntad de Estados Unidos de garantizar la defensa del continente, lo que podría poner en riesgo la cláusula de defensa mutua de la OTAN y la estabilidad política en Europa.