En un contexto global marcado por conflictos, polarización y crisis humanitarias, el Día Internacional de la Amistad, conmemorado cada 30 de julio, se presenta como un recordatorio del poder transformador de los vínculos humanos.
Esta efeméride, impulsada por la UNESCO y establecida por la Asamblea General de las Naciones Unidas, tiene como raíz una apuesta decidida por la cultura de paz, entendida como un conjunto de valores y actitudes que promueven la no violencia, el respeto a los derechos humanos y la resolución pacífica de conflictos.
La conmemoración cobra especial relevancia en 2025, cuando distintos organismos internacionales han alertado sobre el aumento de discursos de odio, violencia ideológica y conflictos armados en varias regiones del mundo.
En palabras del exsecretario general de la ONU, Ban Ki-moon: “Cuando la codicia prevalece sobre la salud del planeta, y los derechos humanos se violan por prejuicios, se traiciona el patrimonio de la humanidad”.
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En este contexto, la amistad es más que una virtud personal: es una herramienta para la cohesión social y el entendimiento entre pueblos.
El Día Internacional de la Amistad se fundamenta también en la Declaración y Programa de Acción sobre una Cultura de Paz (1999), que estableció ocho líneas estratégicas para los Estados y sus sociedades, desde la educación hasta la igualdad de género, la participación democrática y la libre circulación del conocimiento.
Esta agenda no solo promueve la armonía, sino que plantea un modelo de convivencia que rechaza las raíces estructurales de la violencia.
A más de dos décadas del Decenio por una Cultura de Paz y No Violencia para los Niños del Mundo (2001-2010), los llamados a educar para la paz siguen vigentes. La ONU recuerda que si los niños aprenden desde temprano a convivir en respeto y tolerancia, el futuro de la humanidad tendrá cimientos más sólidos.