Humillación post Primera Guerra Mundial como génesis del fascismo y nazismo
evangelio | 12 enero, 2025

La Primera Guerra Mundial dejó profundas cicatrices en Europa, y aunque Alemania e Italia combatieron en bandos opuestos, ambos países compartieron un sentimiento de humillación tras la firma del Tratado de Versalles.

Ese descontento fue clave en el surgimiento de dos de los movimientos más significativos del período de entreguerras: el fascismo y el nazismo.

Italia, que en 1915 abandonó la Triple Alianza para unirse a la Entente a cambio de promesas territoriales, se sintió traicionada tras la Conferencia de París.

A pesar de haber sufrido más de dos millones de bajas y de haber ganado batallas decisivas como la de Vittorio Veneto, las expectativas italianas fueron desatendidas, lo que generó un profundo descontento.

El primer ministro Orlando, incapaz de aceptar el resultado, dimitió, dejando a la nación en un estado de convulsión social, por lo que la desilusión, unida al desempleo de veteranos y a la inquietud de la burguesía ante la Revolución bolchevique, creó un caldo de cultivo perfecto para el ascenso de Benito Mussolini.

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En 1919, Mussolini fundó los Fasci Italiani di Combattimento, grupos paramilitares que atacaban a la izquierda y asaltaban instituciones, y eventualmente, su Marcha sobre Roma en 1922 culminó con su ascenso al poder, marcando el inicio de una dictadura que eliminaría las libertades básicas.

El caos en Alemania

La República de Weimar nació en medio de una guerra civil, mientras el Tratado de Versalles imponía reparaciones que la población consideraba humillantes.

Ese contexto facilitó el ascenso del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, liderado por Adolf Hitler, quien utilizó la retórica nacionalista y el antisemitismo para ganar apoyo.

Inspirado en el modelo fascista italiano, Hitler intentó un golpe de Estado en 1923, pero tras su fracaso, cambió de estrategia y se enfocó en utilizar la democracia para desmantelarla.

A medida que avanzaban los años treinta, Mussolini buscó revivir el Imperio Romano, mientras que Alemania se rearmaba bajo la dirección de Hitler.

La firma del Pacto de Acero en 1939 unió a ambos países en una alianza no deseada, con Italia sin preparación para la guerra que se avecinaba.

La invasión de Polonia por parte de Alemania marcó el inicio de un conflicto que llevaría a ambos regímenes a su eventual destrucción.

La historia de Italia y Alemania en ese período demuestra cómo la humillación y el descontento pueden alimentar ideologías extremas con consecuencias devastadoras.

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