El Vaticano confirmó este jueves la elección de un nuevo Papa, tras la tradicional señal de humo blanco que emergió de la Capilla Sixtina, marcando el fin del cónclave que reunió a los cardenales electores durante dos días.
El nuevo pontífice asume el liderazgo en un periodo complejo, con el reto de fortalecer la presencia y relevancia de la Iglesia católica en un mundo marcado por la polarización social, la crisis de fe y los reclamos de transformación interna.
El proceso de sucesión fue activado tras la muerte del papa Francisco, ocurrida el pasado 21 de abril, a consecuencia de una enfermedad que lo mantuvo alejado de la vida pública por varias semanas.
Su deceso fue anunciado por el portavoz de la Santa Sede en una ceremonia solemne, lo que dio inicio al periodo de Sede Vacante, durante el cual el gobierno eclesiástico recae en el Colegio de Cardenales.
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Uno de los episodios más comentados en la antesala del cónclave fue la exclusión del cardenal Giovanni Angelo Becciu, a quien se le vinculó con presuntas conductas indebidas.
La decisión fue tomada por el propio papa Francisco antes de su fallecimiento, generando tensiones y opiniones divididas dentro de la Curia y en la opinión pública internacional.
El cónclave se llevó a cabo bajo el habitual secreto riguroso, con votaciones sucesivas hasta que uno de los cardenales alcanzó los dos tercios necesarios.
La elección papal, la primera desde 2013 si se considera la renuncia de Benedicto XVI, ocurre en un momento crucial para el futuro del catolicismo, en medio de desafíos institucionales y llamados a una renovación profunda de sus estructuras y doctrinas.