Este miércoles 7 de mayo dio inicio en la Ciudad de El Vaticano el cónclave para la elección del nuevo jerarca de la Iglesia católica.
El proceso tiene lugar en la Capilla Sixtina bajo estrictas medidas de aislamiento, donde 133 cardenales menores de 80 años —tras dos ausencias por motivos de salud— participan en la votación.
Antes del encierro, se celebran congregaciones generales en las que se reflexiona sobre el futuro de la Iglesia.
El procedimiento comienza con la misa “Pro Eligendo Pontifice” y continúa con el tradicional “Extra omnes”, tras el cual los cardenales prestan juramento de confidencialidad y permanecen incomunicados hasta concluir la elección.
Nueve de ellos son seleccionados para supervisar y llevar a cabo las votaciones. Para ser elegido, un candidato debe obtener al menos dos tercios de los votos; si nadie alcanza esa cifra, el humo negro desde la chimenea de la Capilla indica que no hay nuevo papa.
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La composición del Colegio Cardenalicio refleja la universalidad de la Iglesia: 53 electores provienen de Europa, 16 de América del Norte, 4 de América Central, 17 de América del Sur, 23 de Asia, 18 de África y 4 de Oceanía.
El más joven es el australiano Mikola Bychok, de 45 años, y el mayor, el español Carlos Osoro Sierra, de 79. Este cónclave es también el primero con 133 cardenales electores, superando el límite tradicional de 120 establecido en 1975.
La palabra “cónclave” remite a un encierro forzado, cuya historia se remonta al prolongado proceso de elección de Gregorio X en 1268. Durante ese episodio, los ciudadanos de Viterbo encerraron a los cardenales e incluso retiraron el techo del lugar para presionar una decisión.
A partir de ese episodio, se institucionalizó el término y se establecieron las bases del proceso que, casi ocho siglos después, sigue marcando uno de los momentos más solemnes del catolicismo.