El programa de desarme voluntario comenzó este lunes en Michoacán como parte de una estrategia para reducir la presencia de armas en los hogares y frenar la violencia armada en la entidad, una problemática que se ha convertido en uno de los mayores desafíos de seguridad en la última década.
La Iglesia Católica, encabezada por el arzobispo Carlos Garfias Merlos, anunció su participación en esta iniciativa, lo cual, según autoridades estatales, busca generar confianza entre la población para entregar armamento sin temor a represalias. La involucración de la iglesia, históricamente cercana a comunidades rurales y urbanas, pretende facilitar el acceso a puntos de canje en zonas donde el Estado suele tener menor presencia.
Datos oficiales recientes indican que casi la mitad de los hogares michoacanos cuenta con al menos un arma de fuego, ya sea adquirida de manera informal o heredada como mecanismo de protección. Este fenómeno ha sido señalado repetidamente por autoridades estatales como un factor que influye directamente en los altos índices de homicidios y lesiones dolosas, que en Michoacán están vinculados en casi 90 por ciento de los casos al uso de armas de fuego.
El programa contempla centros de recolección en municipios prioritarios y un sistema de recompensas económicas o alimentarias según el tipo de arma entregada. También se hace un llamado a los padres de familia a evitar la compra de juguetes bélicos para niñas y niños, una medida simbólica que busca desalentar la normalización de la violencia desde edades tempranas.
Autoridades advirtieron que la presencia de armamento irregular en la entidad sigue siendo uno de los mayores obstáculos para avanzar en la pacificación. Sin embargo, confían en que una participación social activa permitirá disminuir gradualmente el número de armas en circulación y reducir los riesgos asociados.