El 11 de abril se conmemora el Día Mundial del Parkinson, una fecha fundamental para concientizar sobre una enfermedad que afecta a 8.5 millones de personas en todo el mundo.
La “parálisis temblorosa”, como la describió el cirujano James Parkinson en 1817, sigue siendo un desafío médico dos siglos después.
El Parkinson es un trastorno neurológico progresivo que afecta principalmente a adultos mayores, aunque puede iniciarse mucho antes del diagnóstico.
Se caracteriza por la degeneración de neuronas productoras de dopamina, lo que causa temblores, rigidez, lentitud de movimientos y otros síntomas motores y no motores, incluyendo problemas cognitivos y del sueño.
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Aunque no existe una cura, los tratamientos actuales, como la levodopa y la estimulación cerebral profunda, ayudan a controlar los síntomas; sin embargo, el acceso a esos tratamientos es desigual, especialmente en países de bajos ingresos y entre grupos minoritarios.
A pesar de los retos, la investigación está entrando en una “edad dorada”. En 2023 se identificó el primer biomarcador de la enfermedad, la proteína alfa-sinucleína mal plegada.
Además, estudios recientes investigan desde posibles vínculos con la ansiedad hasta el potencial de fármacos para la diabetes para ralentizar la progresión de la enfermedad.
Con la financiación de instituciones como el Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos y Accidentes Cerebrovasculares y la concienciación promovida por figuras públicas, la esperanza de una cura para el Parkinson sigue viva.