El 2 de junio de 2024, México le dio su confianza al proyecto de Morena, tal como ocurrió hace seis años, pero ahora a Claudia Sheinbaum. La votación se ve como un respaldo a Andrés Manuel López Obrador, quien ha tenido un gobierno con más claros que oscuros… ¿pero México se sacó la lotería con Claudia?
La llegada de Sheinbaum a la silla presidencial no sólo significa la continuidad del proyecto de nación obradorista, sino que México será gobernado por primera vez en 200 años por una mujer.
Es un cambio tras otro: el primer gobierno considerado de izquierda después de décadas de derechas (PRI y PAN), y luego una mujer, con grado académico de doctora, hablando un inglés fluido… la primera persona en ocupar la Presidencia de México con tales características.
La situación, dados los contextos, ha dado de qué hablar.
En esta lotería de la presidenta electa (La Dama) nos encontramos 10 cartas, con las que nos iremos dando una idea de cómo podría ser su gobierno.
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La Mano
Una de las principales críticas que ha recibido Claudia Sheinbaum, incluso antes de las elecciones, es que su gobierno estará marcado por una mano: la de López Obrador.
Cuando resultó electa en septiembre de 2023 como coordinadora de la 4T (que era a todas voces la candidatura presidencial), a Sheinbaum ya se le veía como la sucesora del presidente.
Los cuestionamientos en torno a que su sexenio podría estar tocado por los dedos de López Obrador mermaron en la opinión pública: acusaciones de dedazo, de machismo, de dictadura, entre otros.
Una semana después de las elecciones, el mandatario marcó la ruta cuando se le preguntaba por Sheinbaum, a quien él se refería como “la presidenta”; entonces se vio claro ese camino: no existe más Claudia Sheinbaum para López, ahora es la presidenta, ya ni siquiera la electa.
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Y pese a que se quiera desviar la atención, por supuesto que el gobierno de Sheinbaum estará tocado por la mano de López Obrador: él construyó, con apoyo de millones de personas, el proyecto que hoy encabeza Sheinbaum. No es poca cosa.
Pero una cosa es estar sobre la mano de López Obrador y otra es comer de ella, y Sheinbaum también se ha encargado de marcar las diferencias.
La Bandera
El nacionalismo es una de las banderas con las que López Obrador llegó al poder y con la que lo ha ejercido. No hay momento en que no haya dicho que la soberanía de México está por delante, destacando la grandeza cultural y social del país, cosa que le ha valido críticas y aplausos por igual.
Y es que López Obrador ha gobernado con lo que hasta hace poco se le conocía como “obradorismo” (más que un periodo, una ideología) y que él mismo rebautizó como “humanismo mexicano”, con el que, dice, se antepone el interés de los más necesitados.
¿Pero Sheinbaum abraza esa misma idea? Parece que sí, incluso al mismo nivel. La presidenta electa ha manifestado en varias ocasiones la importancia no sólo de procurar a los pobres con el fin de erradicar la pobreza, sino también defender la soberanía mexicana, de impulsar la industria petrolera mediante Pemex, de fortalecer el campo, de llevar a cabo acciones que fortalezcan al sector público, entre otras.
En marzo pasado, en el marco del inicio de las campañas, la entonces candidata publicó un documento con 100 puntos con los que se regirá su gobierno que deja clara su postura: “Gobernaré con la obligada división entre poder político y poder económico. Nunca me someteré a ningún poder económico, político o extranjero. Siempre trabajaré por el interés supremo del pueblo de México y de la Nación”.
El segundo punto: “Gobernaremos con la máxima del Humanismo Mexicano, por el bien de todos, primero los pobres”; y el tercero: “Seremos un gobierno sensible, cercano, de territorio y no de escritorio, voy a seguir visitando todos los estados de la República, tenemos un buen maestro”.
El nacionalismo de Claudia Sheinbaum, el cubrirse con el manto de una bandera tricolor, pasa más por un asunto que tiene que ver más con sus orígenes –se hablará de ello al final–, que con lo que presente como sus convicciones.
El Corazón
Para las elecciones de 2018, López Obrador cambió su “discurso agresivo” contra los poderes político y económico, así como contra los medios de comunicación, y lo sustituyó por uno que impulsaría como “la república amorosa”.
El mensaje era claro: dar la mano, empezar de cero, poner su campaña como un acto de amor con fines de transformación. La 4T era para el morenista, en todo caso, una declaración de amor.
Y se trata de una política que ha intentado aplicar, por ejemplo, los apoyos para jóvenes y adultos mayores, con el fin de reducir la violencia. “Abrazos, no balazos” y “Por el bien de todos, primero los pobres” son el corazón de la “república amorosa” de López Obrador.
¿Pero será replicada por Claudia Sheinbaum? Si bien su mensaje no es precisamente amoroso, sí parece ser congruente con respecto a mantener los programas sociales que sostienen el ahora llamado “humanismo mexicano”.
Luego de presentar a parte de su gabinete, la presidenta electa da muestras de que su gobierno será, en los hechos, muy parecido al de López Obrador; de hecho, la Secretaría de Bienestar mantendrá a la actual titular Ariadna Montiel.
Fuera de ello, su imagen de indiferente, incluso calculadora –se recuerda el apodo en campaña “la dama de hielo”–, hacen pensar que no es precisamente una persona “cercana al pueblo”, sino que fue acercada al pueblo porque carece de carisma.
Además, está la idea de que lo importante al interior del partido y del movimiento no deben (ni deberían) en sí ser los intereses personales, sino el proyecto y mantener la unidad por sobre todo, incluso de diferencias internas.
¿Es visceral La Dama? ¿Se tocará el corazón?
La Escalera
En la conferencia de prensa del 1 de julio, para celebrar seis años de su triunfo electoral de 2018, el presidente López Obrador presumió el avance que ha tenido la 4T desde entonces: pasó de gobernar cuatro entidades a hacerlo en 23; de gobernar a 35.5 millones de personas a gobernar a 93.2 millones.
Eso es lo que dejará el gobierno obradorista, que a mitad de su sexenio tuvo un bajón, bajón que permitió que la oposición rescatara un poco en los congresos, aunque no les alcanzó para impulsarse hacia este año.
El llamado segundo piso de la 4T parece ya estar levantado; no es una obra negra, es habitable y tiene una buena vista. Es lo que en Morena presumen.
¿Qué aportaría Claudia Sheinbaum? La presidenta electa tendrá que subir y bajar la escalera del segundo piso de la cuarta transformación tantas veces como sea posible para terminar el encargo que le fue encomendado (votantes y desde la silla presidencial).
Para ello, impulsará un proyecto enfocado en la economía, la ciencia y el desarrollo social.
El reto para Sheinbaum es grande: sentar las bases para un tercer sexenio morenista –un tercer piso–, pero igualando o superando el de su antecesor.
El Soldado
Uno de los principales reclamos que ha recibido el presidente López Obrador durante su sexenio es el haberle entregado el control de muchas áreas al Ejército mexicano, pero además de “quitarle fuerza” –según los críticos–, pues los soldados no se enfrentan a balazos a los criminales.
Ni los soldados ni los guardias nacionales ni los civiles: ninguna fuerza dependiente del gobierno federal tiene permitido iniciar un enfrentamiento a balazos. Todo el manejo de seguridad se basa, como ha sostenido el mandatario, en la inteligencia. “Abrazos, no balazos”.
La situación le ha valido al presidente una serie de críticas enfocadas en las acusaciones que hizo contra Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto por generar un ambiente hostil en el país al perseguir a los criminales y cientos de miles de asesinatos.
López Obrador sostenía, antes de ser presidente, que el Ejército debía estar en los cuarteles y no en las calles. Durante su gobierno, el Ejército ha estado en las calles, pero además ha recibido un gran poder: el control de las aduanas, obras emblema (Tren Maya, refinería de Dos Bocas, AIFA, entre otras), y ha sido vanagloriado al grado de parecer que rinde culto más que respeto.
Hacia finales de junio, Sheinbaum recibió el respaldo de López Obrador como futura comandanta suprema de las Fuerzas Armadas.
A los pocos días, en un acto público, el titular de la Secretaría de Marina, Rafel Ojeda, la reconoció así, como su “futura comandanta suprema”.
El primer contacto público con ese poder se da en un contexto en el que Sheinbaum no sólo será la primera mujer presidenta, sino la primera mujer comandanta de las fuerzas armadas, pues ni la Sedena ni la Semar han sido encabezadas por una mujer.
Además, reveló que será hasta septiembre cuando dé a conocer quiénes fungirán como titulares de ambas secretarías, dejando en suspenso si mantendrá a lo que hoy respalda López Obrador, ¿o es que habrá mujeres en esos cargos? De ser el caso, sería aún más disruptivo su gobierno.
En torno a si los militares se mantendrán en las calles, la situación indica que nada de lo que haya gestionado López Obrador durante su sexenio se tocará en el de Sheinbaum: inteligencia, obras y respaldo.
El Soldado, en pocas palabras, es de plomo pero no cojea.
La Muerte
El gobierno de López Obrador ha sido duramente criticado por la cantidad de homicidios que se han registrado en comparación con el sexenio de Enrique Peña Nieto y particularmente con el de Felipe Calderón, a quien se le señala por iniciar una lucha contra el crimen organizado que derivó en el aumento de asesinatos desde diciembre de 2006.
Esa “guerra” –llamada así por el mismo expresidente panista Calderón– provocó 121 mil 613 muertos, dejando una ligera reducción desde 2011 y hasta 2015, ya con Peña Nieto, cuando empezó a subir de manera descomunal, registrando 157 mil 158 decesos y teniendo como el 2028 el año con más crímenes, con 36 mil 685.
Esa cifra fue la que López Obrador se planteó bajar, pero no con una estrategia reactiva, sino preventiva desde la raíz: “abrazos, no balazos”. La medida ha funcionado, lento pero lo ha hecho, y ha sido el único gobierno que ha disminuido la cifra de homicidios de un sexenio a otro con -18 %, aunque tiene truco: también es el sexenio con más asesinatos en la historia, con 187 mil 185 hasta el 30 de junio de 2024.
Se trata de una cifra que se ha reducido a partir de 2021 y ha pasado de los 36 mil 685 con Peña Nieto a los 29 mil 654 (2023) con López Obrador.
La política de Claudia Sheinbaum en seguridad estará encabezada por Omar García Harfuch, a quien nombró secretario de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC).
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Ese cargo lo ocupa desde noviembre de 2020 Rosa Icela Rodríguez Velázquez, quien en el gobierno de Sheinbaum será secretaria de Gobernación.
En el sexenio de López Obrador, el papel de Rosa Icela fue fundamental para contener la violencia y los homicidios en el país, en coordinación con las Fuerzas Armadas.
Ahora con Sheinbaum, su gestión será todavía más importante, pues será la segunda al mando en el Poder Ejecutivo y le competerá dar seguimiento al tema de seguridad, además de llevar las riendas en las relaciones con los otros poderes.
Entonces, lo que se vislumbra es que Sheinbaum tendrá una secretaria de Gobernación, pero dos personas con experiencia en materia de seguridad, sino es que dos “secretarios de Seguridad”.
La coordinación entre García Harfuch y Rosa Icela, entrante y saliente en la SSPC, deberá ser tan cercana, casi al grado de supervisión, sobre todo por la polémica que hay en torno al primero: su relación con el secretario de Seguridad en el gobierno calderonista y sus allegados, el criminal Genaro García Luna.
La periodista Anabel Hernández, en una columna que tituló “García Harfuch, el nuevo García Luna” (10/07/2024), sostiene que García Harfuch ha sido acompañado por figuras que “han estado relacionadas con violaciones de derechos humanos y corrupción”.
Apunta entonces a su abuelo paterno, Marcelino Barragán, quien fue titular de la Sedena “cuando militares bajo sus órdenes masacraron en 1968 a estudiantes en Tlatelolco, acto por el que quedó impune”, y pone al descubierto una hipótesis en torno a que García Harfuch y su equipo de trabajo podrían ser el “nuevo García Luna”.
“Cuando las naciones y sus gobernantes no aprenden de errores pasados, están condenados a repetirlos. Pareciera que esa es la circunstancia de Claudia Sheinbaum”, critica la periodista.
El ojo está puesto en si con Sheinbaum en el poder seguirá la tendencia a la baja en homicidios o si dará un giro en contra. Sea cual sea el resultado, llevarán mano de Rosa Icela y de García Harfuch… y ante el error, sólo puede permanecer uno de los dos.
El Catrín
Los fifís, los millonarios, los ricos, el 1 % de los mexicanos, eso representa la carta de El Catrín, y el gobierno de López Obrador ha mantenido desde hace décadas una batalla con ellos, aunque no con todos, sólo con aquellos que –dice el mandatario–no tienen consciencia de clase.
Pero no son el único sector social contra el que se ha lanzado, ya que se ha referido a “un sector de clase media” como “muy individualista”, “aspiracionista”, que “le da la espalda al prójimo” y que lo único que quiere es “ser como los de arriba y encaramarse lo más que se pueda, sin escrúpulos morales de ninguna índole”.
Son partidarios, dice López Obrador, de la frase acuñada por todo corrupto: “El que no transa, no avanza”.
Es a todas voces conocida la simpatía del mandatario hacia los pobres o la clase trabajadora, pero para muchos parece que hay clases dentro de las clases, en relación a que todo aquel que no tenga consciencia de clase es un “aspiracionista a fifí”.
El lema de campaña y de gobierno “Por el bien de todos, primero los pobres” es un llamado a atender para erradicar la pobreza, no para perpetuarla.
En agosto de 2023, un informe del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, mostró que 8.9 millones de mexicanos dejaron de ser pobres en el periodo de 2020 a 2022.
Las cifras son estas: en 2020 había 55.7 millones de mexicanos en situación de pobreza; en 2022 se registraron 46.8 millones… casi 16 % menos. Un logro a todas luces.
Falta mucho camino, pero en el sexenio a los empresarios tampoco les ha ido mal, a unos menos que otros.
Con López Obrador se ha reforzado la relación entre el gobierno y el empresario Carlos Slim, a tal punto de participar en obras insignia del presidente desde el inicio y hacia el final de su sexenio. Es el empresario más beneficiado durante el obradorato.
Mientras eso se daba, en las calles, en los medios y en las redes sociales resonaba el cuestionamiento sobre que quienes antes para López Obrador eran parte de “la mafia del poder”, hoy se sientan a desayunar o comer con él.
Se trata de una crítica que, si bien no parece sostenerse de percepciones, López Obrador se ha encargado de que sea así y ha emprendido una lucha para que los empresarios más ricos de México paguen los impuestos que en otros sexenios les fueron condonados.
Ello le ha traído críticas de parte de ese sector empresarial, sobre todo por ponerlo en el foco de la opinión popular. Resuena el caso de Ricardo Salinas Pliego, quien debe al fisco más de 70 mil millones de pesos y que ha demostrado tener tentáculos sobre el Poder Judicial, pues no ha pagado ni un peso.
El triunfo de Claudia Sheinbaum causó movimientos en la economía del país, tanto que el peso se depreció con respecto al dólar estadounidense cuando advirtió que apoyaría la reforma al Poder Judicial para acabar con la corrupción que impera.
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Pronto salió a calmar las aguas y anunció que se mantendría Rogelio Ramírez de la O como secretario de Hacienda y presentó a Marcelo Ebrard como secretario de Economía, un puesto clave en su gobierno, sobre todo por su gestión en materia comercial cuando fue canciller de López Obrador.
Esa gestión lo dotó de una fuerza política y le dio impulso para buscar, por segunda vez sin éxito, la candidatura presidencial, y si entonces tuvo diferencias con Sheinbaum, seguramente ahora, parchada la herida, le tocará fungir como un segundo canciller y estar quieto.
Recientemente, la presidenta electa anunció que creará un consejo asesor empresarial, el cual será coordinado por la joven empresaria Altagracia Gómez, una especie de enlace entre gobierno y empresarios con el fin impulsar políticas que permitan que haya prosperidad compartida.
El consejo trabajará estrechamente en particular con los secretarios de Economía, Marcelo Ebrard, y de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O.
Se trata, explica Gómez, de impulsar la inversión privada pero enfocada en el desarrollo regional y la geolocalización de empresas o “nearshoring”.
“La frase entera es: ‘por el bien de todos, primero los pobres’, porque no es en perjuicio de alguien ‘primero los pobres’, y no es que quieras menos ricos, es que quieres menos pobres”, dijo Altagracia Gómez.
Con Claudia Sheinbaum la apuesta sigue siendo la misma, pero reforzada: reducir la pobreza hasta acabar con ella, pero echando mano del sector empresarial, el que no es fifí, el que sí tiene consciencia de clase.
El Mundo
Cuando López Obrador se había lanzado como candidato, una de las preocupaciones generales era que su imagen proyectaba a un hombre provocador, intenso, conflictivo y que eso podría replicarse en la política exterior… Nada más lejos de la realidad.
Durante su sexenio, el canciller Marcelo Ebrard (2018-2023) generó un ambiente propicio para las relaciones internacionales, lo que permitió no sólo fortalecer lazos de amistad con América Latina –México batuta política de la Celac–, sino también con Estados Unidos, tanto con el presidente Donald Trump como con el actual Joe Biden.
De hecho, las relaciones con ambos mandatarios se llevaron en buenos términos y a la fecha, ya con la canciller Alicia Bárcena (2023-2024) se han logrado victorias para los migrantes, particularmente para los mexicanos.
Además, Estados Unidos se ha convertido en el principal socio comercial de México durante el actual gobierno y parece que Biden es un mandatario que escucha atento al mexicano, cuyo entendimiento se fortaleció durante su visita a Palacio Nacional.
La política exterior de Claudia Sheinbaun no parece ir encaminada por un camino distinto, y para muestra un caso reciente: la pugna entre México y Ecuador tras el allanamiento de la embajada mexicana en Quito.
Sheinbaum ha manifestado la misma postura presidencial al respecto: eso se revuelve en la Corte Internacional de Justicia y no habrá diálogo entre gobiernos hasta que el país sudamericano no se disculpe públicamente.
Apelar por la diplomacia y a la paz ante conflictos internacionales, así como al respeto a la soberanía mexicana, parecen ser los ejes –los mismos que López Obrador– que regirán la política exterior.
Más allá de los retos en materia económica, además de suavizar la relación con Canadá en el marco del tratado comercial compartido con Estados Unidos, en términos generales, la política exterior ha sido destacada.
México se ha mantenido como un país que propone, alza la voz en la ONU, promueve la paz, mantiene distancia cuando es necesario y se apega a la política de no intervención. Se prevé que Sheinbaum maneje la misma línea.
La Estrella
El diario estadounidense The New York (en su versión en español) le dedicó hace unas semanas un extenso artículo al origen judío de Claudia Sheinbaum, retomando una entrevista realizada en 2020 a la hoy presidente electa.
Destaca que si bien es la primera mujer en ocupar la Presidencia de México en 200 años de historia, también es la primera “persona judía” en hacerlo. ¿Lo relevante? Es un país católico.
“Sheinbaum, de 61 años, raras veces discute su herencia. Cuando lo hace, suele expresar una relación más distante con el judaísmo que muchos otros en la comunidad judía mexicana, presente desde los orígenes mismos del país y que hoy asciende a alrededor de 59 mil personas en un país de 130 millones de habitantes”, escriben los corresponsales Simon Romero y Natalie Kitroeff.
“Mis padres siempre fueron ateos”, sostiene Sheinbaum en el artículo, y para zanjar las dudas, agrega: “Conozco de dónde vengo (…) “Nunca pertenecí a la comunidad judía, y crecimos pues como alejados un poco de eso”.
En el artículo, Sheinbaum explica que sus padres, integrantes de la comunidad científica, se inclinaban hacia la izquierda y que la criaron en “un hogar laico de Ciudad de México en las décadas de 1960 y 1970, una época de considerable agitación política en México”.
Incluso, toman una declaración de la historiadora y directora del Centro de Documentación e Investigación Judío de México, Tessy Schlosser: “Abrazó su propia identidad mexicana [a través de] la ciencia, el socialismo y el activismo político”.
El origen judío de Sheinbaum no se criticó públicamente por sus rivales políticos hasta que inició el proceso electoral reciente.
En julio de 2023, el expresidente panista Vicente Fox se refirió a ella en redes sociales como “judía búlgara”.
Aunque a los pocos días se disculpó, meses después comentó una publicación en la que se le criticaba a Sheinbaum por simpatizar con el catolicismo. “Judía y extranjera a la vez”, escribió Fox.
A Israel se le ve, en resumen, como un país fundado por integrantes del movimiento sionista en 1948 prácticamente por sobrevivientes al holocausto, que ha crecido territorialmente invadiendo suelo de Palestina, pero siendo apoyado y financiado por Estados Unidos y aliados para servirles de búnker militar y político en el Medio Oriente.
En otras palabras: asociar a Sheinbaum como una descendiente de invasores y genocidas es una de las formas que ha tenido la oposición para desestimarla.
Sheinbaum, según el acta de nacimiento que publicó en Twitter en junio de 2023, nació en la Ciudad de México el 26 de junio de 1962 y es hija también, asegura, de padres mexicanos: Carlos Sheinbaum y Annie Pardo.
“Bájenle a sus especulaciones”, escribió ante las críticas, pero el post se llenó de críticas, pues en 1962 no existía la Ciudad de México, sino que se llama Distrito Federal, además de que padres no contaban con CURP a pesar de ser nacidos en México.
El tema no ha sido una piedra en el zapato, pero ¿lo será después?
La Dama
La Dama… ¿la dama de hielo o la dama de hierro? Si algo hizo enojar a Claudia Sheinbaum durante las elecciones, ocurrió en los debates presidenciales. Xóchitl Gálvez (la señora Bertha Gálvez, pues se desprendió de su personaje después del 2 de junio) arremetió contra la morenista al decirle, primero, que era “la dama de hielo”, una mujer fría que no se compadecía de los muertos por la caída de la Línea 12 del Metro de la Ciudad de México ni por nada; y segundo, que “presumía mucho” a López Obrador y sus sobras, pero “no tienes ni su carisma”.
Las palabras le calaron hondo y fue por lo único que decidió responderle a la candidata del PAN, PRI y PRD, nunca por otra ocasión, tampoco cuando se llamó “narcocandidata”.
Su perfil sereno, de alguien paciente que no cae en provocaciones y que identifica que eso puede irritar a sus detractores, le valió mantener el apodo de “dama de hielo”, pero sólo por un tiempo. Los memes duraron tan poco que uno pensaría que se derritieron.
“La serie de adjetivos que vienen de una persona que se caracteriza por la mentira y por la corrupción pues no hay que tomarlos en cuenta”, dijo Sheinbaum entonces a los dichos de la panista.
Dama, usado como adjetivo, ha servido para renombrar a varias mujeres con una personalidad fuerte dentro de la política. “La dama de hierro” es el apodo más popular para toda lideresa. La más conocida es la primera ministra de Reino Unido, Margaret Thatcher (1925-2013); Angela Merkel, de Alemania, o Golda Meir, en Israel…
Sea cual sea su inclinación política, una mujer en el poder siempre tenderá a ser llamada “dama”. La Dama, en este caso, implica no sólo el mote que la fortalece, sino la expectativa que se ha creado en torno a ella.
¿Es Claudia tan fuerte por sí sola como una figura política o depende de la fortaleza de López Obrador? Es la pregunta que se hacen en todos lados.
El tiempo dirá si México se ha sacado o no la lotería mexicana con La Dama o habrá que seguir participando en esta suerte festiva, donde a veces ponemos una moneda, un frijol o una piedra –lo que vayamos encontrando– sobre una figura que representa lo más profundo de un país cambiante.