México cerró el segundo trimestre de 2025 con una señal de alerta que, aunque pasó desapercibida para algunos indicadores macroeconómicos, revela un problema profundo en la estructura laboral: 476 mil jóvenes de entre 15 y 24 años dejaron de estar ocupados, según el último reporte del Inegi.
Es el único grupo de edad que perdió fuerza laboral, mientras todos los demás rangos registraron incrementos.
El dato no solo marca una caída estadística. Describe una fractura generacional en un momento en el que la economía presume estabilidad en empleo formal y crecimiento moderado.
El retroceso entre los más jóvenes podría explicarse por varios factores: incertidumbre económica, salarios de entrada poco competitivos, empleos precarios sin seguridad social, abandono escolar y, en algunos estados, dinámicas locales de violencia que han dificultado el acceso al trabajo.
Especialistas advierten que este grupo es el más vulnerable del mercado. Son quienes suelen ocupar empleos con menor protección, quienes más padecen rotación y quienes tienen menos margen de negociación.
Una caída de esta magnitud puede apuntar no solo a falta de oportunidades, sino a un desánimo creciente para incorporarse a un mercado laboral que ofrece pocas rutas de ascenso y salarios por debajo de lo esperado.
Estados industrializados del norte reportaron incrementos de empleo juvenil asociados a manufactura y servicios especializados, pero el rezago se concentró en zonas urbanas densas y regiones del centro y sur, donde la informalidad sigue siendo dominante.
En lugares como Michoacán, Guerrero o Oaxaca, el fenómeno se cruza además con la migración y la inseguridad, dos elementos que presionan a los jóvenes hacia actividades fuera del radar económico formal.
El retroceso también afecta la productividad futura del país. Cada joven que se mantiene fuera del empleo o del estudio engrosa la brecha generacional de habilidades, limita su incorporación a sectores de alto valor agregado y reduce la capacidad del país para sostener crecimiento en el largo plazo.
Mientras los demás grupos de edad avanzan con cierta estabilidad, el segmento juvenil envía una señal contundente: el mercado laboral mexicano crece, pero no para todos.
La cifra del Inegi abre la discusión sobre la necesidad de políticas que no solo generen empleos, sino que construyan trayectorias dignas para la generación que hoy corre el riesgo de quedar al margen.