Pese a la presunta estrategia para contener el robo de combustible, el delito de “huachicol” no solo persiste, sino que se ha desplazado y recrudecido de forma espectacular en al menos 13 estados de México, según cifras alarmantes de Pemex retomadas.
Si bien la cantidad nacional de tomas clandestinas bajó un modesto 11% (de 8,787 a 7,839), esta ligera mejora oculta un desastre regional: en Tabasco, las pinchaduras pasaron de 4 a 181, un incremento demoledor del 4,425%.
El panorama es similar en Michoacán, que vio subir la incidencia en 2,000%, al pasar de una a 21 tomas ilegales. Entidades como Sinaloa, Sonora y Chihuahua también reportaron incrementos “importantes”, lo que sugiere que el crimen organizado ha migrado a nuevas rutas.
Aún con estos repuntes, los bastiones históricos del huachicol siguen siendo Hidalgo (con 2,021 tomas), Jalisco (1,327) y Guanajuato (667), confirmando que la estrategia ha fracasado en contener las zonas rojas y, peor aún, ha permitido la apertura de nuevos frentes de crisis.