La adoración hacia la juventud, presente en disciplinas artísticas y ahora en el ámbito económico, se manifiesta en el creciente interés por las empresas emergentes.

Desde hace más de cien años, las administraciones han implementado diversas políticas públicas para apoyar a los emprendedores, destacando leyes, incubadoras y aceleradoras de startups.

Históricamente, la atención hacia los nuevos empresarios ha estado ligada a los ciclos económicos y políticos; sin embargo, en la última década, las grandes empresas han tomado el relevo, enfocándose en las startups como plataformas que conectan a emprendedores con recursos, servicios e infraestructuras para fomentar su crecimiento.

Entre las herramientas de apoyo se encuentra el corporate venture capital, una forma de financiación en la que las corporaciones realizan inversiones minoritarias en startups mediante fondos de inversión, lo que refuerza el ecosistema emprendedor.

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Las aceleradoras de startups han ganado protagonismo al ofrecer no solo asesoramiento y espacio, sino también la posibilidad de inversión para impulsar rápidamente el crecimiento de nuevos proyectos.

No obstante, a pesar de la cultura de apoyo, el emprendimiento se asocia tradicionalmente con la juventud, pero el envejecimiento de la población ha provocado una disminución de jóvenes emprendedores, sumado al interés por crear empresas que atraviesa un momento de debilidad.

Ese contexto podría verse afectado por el desprestigio de la figura del empresario en el debate político, así como por las dificultades que enfrentaron muchos emprendedores durante la pandemia, llevando a cierres dolorosos.

En medio de esa compleja realidad, el emprendimiento se presenta como un desafío que no todos están dispuestos a asumir, sobre todo en una era en la que el equilibrio entre la vida personal y profesional se vuelve vital.

Es por eso que todo indica que el futuro del emprendimiento podría estar redefiniéndose, ante la necesidad de enfrentar los nuevos paradigmas.