El estrecho de Ormuz, ubicado entre Irán y la península Arábiga, sigue siendo uno de los puntos estratégicos más críticos para el comercio de hidrocarburos a nivel internacional.
Esta franja de mar, que mide entre 55 y 95 kilómetros de ancho, es clave para el transporte de petróleo y gas natural, y para mediados de la década de 2010 movía alrededor de una quinta parte del suministro mundial de crudo.
Según datos del Strauss Center de la Universidad de Texas, actualmente transitan por Ormuz alrededor de 17 millones de barriles de crudo al día, lo que representa entre el 20 % y el 30 % del consumo global.
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Se estima que el 88 % del petróleo que sale del Golfo Pérsico atraviesa esta ruta marítima para llegar a los mercados internacionales.
El estrecho de Ormuz conecta el Golfo Pérsico con el Golfo de Omán y el Mar Arábigo, y funciona como única puerta de acceso para la flota de petroleros que abastecen al planeta.
Siete de las ocho islas de la región están controladas por Irán, país que mantiene presencia militar en la zona desde la década de 1970, fortaleciendo así su influencia en este punto de importancia geopolítica.
Si esta ruta comercial llegara a bloquearse, alertan analistas del Strauss Center, tendría un fuerte impacto en la economía internacional, elevando los precios del crudo y afectando la distribución de energía en gran parte del planeta.